Ficha técnica
Colección: Taurus Pensamiento | Páginas: 450 | Publicación: 19/10/2011 | Formato: 15 x 24 | Encuadernación: Rústica | Precio: 23,95 € | ISBN: 9788430608089
Anatomía de la influencia
Harold Bloom
Anatomía de la influencia es la obra destinada a ser el legado de Harold Bloom sobre la creación literaria. Desde que a comienzos de los setenta publicara su decisivo libro La ansiedad de la influencia, este concepto se ha convertido en la verdadera obsesión del trabajo de Bloom. En él, el más reconocido crítico literario contemporáneo echaba por tierra décadas de ideas preconcebidas al mostrarnos que las grandes obras de la literatura no ven la luz completamente formadas, sino que emergen a través de un proceso de intensa lucha en competencia con aquellas que las han precedido.
Ampliando y revisando su anterior análisis para nuevas generaciones de lectores, Bloom ha escrito esta nueva obra en la que ofrece su más ambiciosa y accesible explicación sobre por qué esta feroz competición ofrece la clave para la comprensión y la apreciación de la literatura. Lo que significa un poema, por qué importa y si merece o no su inclusión en el canon de la literatura son preguntas que solo pueden contestarse investigando cómo ese poema superó, o no, a sus rivales.
Desde el siglo XVI hasta el XX, Con los dos grandes precursores William Shakespeare y Walt Whitman como puntos de partida, Anatomía de la influencia redibuja nuestro universo literario. Bloom nos conduce por los caminos del laberinto que une a los escritores que le han fascinado e inspirado durante toda su carrera, -de John Milton, Shelley, lord Tennyson, Giacomo Leopardi, James Joyce o D. H. Lawrence a los poetas de su propia generación- trazando nuevas y sorprendentes conexiones.
El resultado es una obra maestra de la crítica literaria y una apasionada y muy personal meditación sobre una vida vivida por y para las grandes obras del canon occidental.
AMOR LITERARIO
Cuando yo era muy joven, la libertad me llamaba a través de los poetas que primero amé: Hart Crane, William Blake, Percy Bysshe Shelley, Wallace Stevens, Walt Whitman, William Butler Yeats, John Milton y, por encima de todos, William Shakespeare en Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra. La sensación de libertad que conferían me sumía en el interior de una exuberancia primordial. Si los hombres y las mujeres inicialmente se hicieron poetas mediante un segundo nacimiento, mi propia sensación de haber nacido dos veces me convirtió en un crítico incipiente.
No recuerdo haber leído crítica literaria cuando estudiaba en la universidad, pero sí biografías de escritores. A los diecisiete años me compré el estudio de Northrop Frye sobre William Blake, Fearful Symmetry, poco después de su publicación. Lo que Hart Crane significó para mí cuando tenía diez años, lo fue Frye a los diecisiete: una experiencia abrumadora. La in&uencia de Frye perduró durante veinte años, pero concluyó bruscamente en mi treinta y siete cumpleaños, el 11 de julio de 1967, cuando desperté de una pesadilla y me pasé el día entero componiendo un ditirambo: «El querubín protector; o la in&uencia poética». Seis años más tarde se había convertido en La ansiedad de la in!uencia, un libro que Frye rechazó de plano desde su posición de platónico cristiano. Ahora, a mis ochenta años, no tendría paciencia para releer a Frye, pero me sé casi todo Hart Crane de memoria, lo recito abundantemente cada día, y continúo enseñándolo en clase. He llegado a valorar a otros críticos contemporáneos -sobre todo a William Empson y Kenneth Burke-, pero ahora también prescindo de ellos.