Skip to main content
Blogs de autor

Un país rico en madres

Por 28 de agosto de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Yo soy de los que creen que los ciclos que no se cerraron tienden a repetirse. Ayer leía un artículo sobre Cristina Rosa Herrera, madre de dos jóvenes que murieron a causa del temible “paco” (la pasta de cocaína invierte la convención de las películas de terror, porque convierte a los chicos en zombies primero y en cadáveres después) y no podía dejar de pensar en otras madres, las de Plaza de Mayo. Hace treinta años, una dictadura militar arrancó a miles de mujeres de sus casas, lanzándolas a calles, juzgados, comisarías y cuarteles en busca de sus hijos. Tres décadas después esa búsqueda encuentra eco en esta de hoy: miles de mujeres humildes se ven obligadas a dejar sus viviendas noche tras noche, para rastrear a los hijos a los que el paco ha sumido en algún infecto agujero.

El eco se torna perverso cuando uno piensa que los jóvenes de entonces eran obreros, profesionales, gremialistas e intelectuales, sin dudas lo mejor de aquella generación, y que las víctimas de hoy suelen ser chicos de la villa, que no han completado su educación y que no consiguen trabajo o bien no se resignan a esclavizarse por un jornal que no alcanza ni para dos platos de arroz. Es un eco perverso por su deliberación: en los 70 se eliminó a los que trabajaban para convertir a este país en un sitio más justo, y hoy se elimina a los que el sistema considera sobrantes, aquellos que no sirven para producir ni para consumir. Se trata de dos momentos complementarios de las misma estrategia político-económica: aquel para conservar el statu quo, éste para ser consecuente con su darwinismo social.

Pero que nadie dude, más allá de las diferencias superficiales aquellas madres y estas madres son la misma cosa, mujeres que sin más armas que su amor y su voluntad luchan contra el molino de viento de la violencia estatal (en los 70) o bien económica y social (hoy). Aquellas madres se enfrentaban a una cruel máquina de destrucción, cuyos responsables todavía no terminaron de rendir cuentas a la justicia. (He aquí el ciclo que no se ha cerrado como debía.) Estas de hoy ni siquiera tienen el consuelo de identificar a los verdugos de sus hijos. En este sentido la perversión del sistema se perfeccionó: ya no hacen falta verdugos que secuestren, torturen y fusilen, basta con condenar a las víctimas a vivir en condiciones inhumanas, tornar imposible que se eduquen, despojarlos de toda esperanza de mejora y entonces, cuando estén caídos, ofrecerles unos minutos de felicidad intensa en la forma de una pipa de paco, al irrisorio precio de un peso cincuenta: ¡treinta centavos de euro!

El artículo de Cristian Alarcón en Página 12 (soberbio, como todas sus crónicas sobre los condenados de esta tierra) no necesita adjetivar porque cuenta con la elocuencia de los hechos. El primer hijo que Cristina perdió, a quien llamaban Ro, se suicidó en medio de un ataque de abstinencia. El otro, Matías, murió de un balazo en la sien al negarse a compartir su pipa. (He ahí el precio de una vida en mi país, cotizado con precisión: alguien puede morir por negarse a entregar algo que compró por un peso con cincuenta.) Si bien es cierto que muchas cosas se están haciendo bien en la Argentina de hoy –la insistencia en llevar a juicio a los genocidas de los 70, algunas políticas económicas y sociales-, a nadie escapa que la tortilla que hay que dar vuelta es grande y pesada. Hasta los más optimistas sabemos que el camino hacia una Argentina más justa, retomado después de un hiato de treinta años, no se recorrerá en un soplo. 

Mientras tanto las madres siguen con su búsqueda. Aquellas madres, respetadas y veneradas pero todavía hambrientas de justicia. Estas madres, casi tan solas y desamparadas como aquellas lo estaban cuando comenzaron a andar en torno de la Plaza. Yo las encuentro bellas a todas, hay algo de justicia poética en esto de haber perdido a mi madre pero vivir en una tierra que es riquísima en ellas, en la que nunca faltan.

Ayer por la tarde, mientras la historia de Cristina me asolaba el alma, vi una película en la que un personaje disuadía a otro de su suicidio diciendo que no vale la pena perderse un mundo donde existe tanta belleza. Yo estoy de acuerdo, es por eso que sigo aquí, es por eso que trabajo a diario. Sólo que a veces desearía que la belleza de este mundo no fuese tan desgarradora.

profile avatar

Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

Obras asociadas
Close Menu
El Boomeran(g)
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.