Jean-François Fogel
Viaje aéreo entre Houston y Monterrey, el Monterrey de México. El avión se desplaza sin movimientos y por la ventana, a la derecha, en este atardecer de un sábado de calor húmedo, veo la explosión, cada treinta segundos, de rayos que iluminan por dentro un castillo de nubes negras edificadas sobre la Sierra Madre.
Mirar un rayo de cinco o seis kilómetros que parte el cielo en dos no es algo muy común para mí. De manera extraña, el dorado intenso de la luz se parece al cielo sobre los barcos en los cuadros de Claude Gellée (el pintor apodado «Le lorrain» en Francia o Claudio Lorenese en Italia). No sé si el resultado genera temor (por la potencia invertida en la breve invasión de la luz) o más bien admiración (por la amplitud de un espectáculo que abarca una sierra entera) pero no hay manera de leer o de dormir ; estoy prisionero del fuego celeste.
Antes del despegue, leí el Houston Chronicle. El diario debatía sobre una depresión llamada “Ernesto”, ubicada todavía en el fondo del mar Caribe. A la hora de cierre del periódico no se sabía si se había transformado en un huracán; es decir, algo de una potencia muy por encima del fenomenal espectáculo que brindaba la tempestad sobre la Sierra Madre. Llegando a Monterrey, ya tenía la respuesta: Ernesto alcanzó la categoría de huracán, según decían todos los sitios de información. Es el primer huracán atlántico en lo que va de la temporada 2006.
El domingo por la tarde, Ernesto ya no es huracán. Ha bajado su rango: mera tormenta tropical, pero se pronostica que va a recuperar su calificación de huracán el lunes por la mañana (hora local). Para mí, es imposible seguir estos pronósticos sobre la importancia de un peligro sin recordar a Humphrey Bogart frente a Edward Robinson en la pelicula Key Largo. El segundo, que tiene el papel de un bandido, Johnny Rocco, lleva una pistola. El primero, que es el eterno Boggy, asume esta vez el nombre de Frank McCloud (McNube, si lo traducimos) y no tiene más que su valor frente al peligro. Hay un momento en que McCloud dice «You don’t like it, do you Rocco, the storm? Show it your gun, why don’t you? If it doesn’t stop, shoot it». (Podría ser que no te gusta la tormenta Rocco? Muéstrale tu pistola, ¿por qué no lo haces? Y si no la detienes pégale un tiro).
Pero la verdad no se parece a la película. En el fondo, no me tranquiliza el espectáculo desde el avión y a nadie le gusta la idea de una tormenta que no sabe si es huracán. Es fascinante ver que el sitio de un diario como el Nuevo Herald, en Miami, tenga una sección de huracanes como otros sitios tienen hípica o política. Claro que esta sección se alimenta con los datos del Centro Nacional de Huracanes. Los cuadritos de la «home page» del centro se parecen a las ventanas de mi avión. En cada una, fascinación y algo de temor. Por lo que me corresponde me siento mucho más Rocco que McCloud, a pesar de no tener una pistola.