Marcelo Figueras
¿Todavía no vieron Californication? Yo sólo vi los dos capítulos que se han emitido hasta hoy en Latinoamérica, pero debo admitir que me estoy enganchando. Y eso a pesar de los pruritos con que me aproximé a la cuestión.
Californication es una serie de media hora, creada y producida por Tom Kapinos, cuyo currículo no arrojaba hasta hoy nada más excitante que su paso por Dawson’s Creek. Protagonizada por David Duchovny -el Fox Mulder de The X Files-, cuenta la historia de un escritor llamado Hank Moody, que se muda a Los Angeles a cuenta de su única novela de éxito (llamada, dicho sea de paso, Dios nos odia a todos) para empezar a padecer un bloqueo creativo fenomenal, ser abandonado por su esposa y empezar a acostarse con cuanta mujer le dé el visto bueno sin distinción de edad -ya ha pasado de las maduras a las de 16 en apenas una hora de narración-, raza ni religión. (El martes, sin ir más lejos, se olvidó de sus prejuicios para tener sexo accidentado -más sobre este asunto en breve- con una devota de la Cientología.)
Yo no sé ustedes, pero tiendo a desconfiar de las historias protagonizadas por escritores a no ser que se llamen Dashiell Hammett. Y si encima el escritor se llama Moody, lo cual sugiere inestabilidad emocional y tendencia a la depresión, peor. Por lo demás Californication no ha presentado hasta ahora una fuerte línea narrativa: los desafíos de aguardan al pobre Hank tampoco son olímpicos, pasan por recuperar a su esposa -que no disimula nada cuánto lo sigue apreciando, dicho sea de paso- y poner el culo en una silla y trabajar un rato. (Ay, esas fantasías sobre la ‘falta de inspiración’…) Pero en fin, mientras las mujeres sigan ofreciéndosele como hasta ahora, no deja de ser comprensible que el hombre prefiera seguir en la cama, dedicando el corto lapso entre coito y coito a la autocompasión.
Y sin embargo, a pesar de todos los ruidos (la duda antes de cada capítulo suele ser con cuántas mujeres se acostará Hank y qué partes de sus anatomías mostrarán en cámara), hay un cierto encanto en Californication que me lleva a jugarle unas fichas más. Quizás pase por el placer morboso de ver a un tipo como Moody, inteligente y culto, conduciendo el bólido de su vida derecho hacia el muro del desastre. Hay una cierta honestidad en la forma en que Moody encara esto de llegar hasta el fondo, con una curiosidad que es casi clínica y un deleite -por qué no decirlo- infantil. Cualquier tipo que tenga sexo con una desconocida con la que acaba de drogarse (la mujer de la Cientología) en la cama de su ex mujer, y que termine vomitando encima de un cuadro caro de la misma habitación, es alguien que está decidido a emerger del otro lado perforando el suelo del infierno.