
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
¿Qué es un buen libro? La respuesta varía en cada tiempo y en cada cultura, pero también se modifica a lo largo de nuestras vidas. Por lo general, al principio buscamos una historia que nos transporte: basta con que nos lleve a otro mundo -un mundo que, por supuesto, también puede estar dentro de éste- para que seamos felices. En la juventud se nos impone la necesidad de que, además de entretener (o peor aún: ¡en lugar de entretener!) el libro sea importante, o cuanto menos lo pretenda. Pero al fin, cuando el tiempo vuela y nos curamos del sindrome de la (seudo) trascendencia, volvemos a las fuentes y renovamos el contrato: aquel del autor con el del lector no debe ser el vínculo del amo con el esclavo, ni del dios con el siervo, sino uno de amistad y complicidad en un juego que debería deparar a ambos socios la clase de felicidad que la vida sólo otorga raramente.
En estos días leí Her Fearful Symmetry, de Audrey Niffenegger, cuya primera novela, The Time Traveler’s Wife, me encantó en su momento. Es una historia que mezcla elementos que encuentro deliciosos: gemelas por partida doble, romance, fantasmas, un elemento gótico y un cementerio con historia -en este caso el londinense de Highgate, donde están enterrados, entre otros, Karl Marx, Christina Rossetti y los padres de mi adorado Charles Dickens.
No mentiré que la novela es muy buena, ni que está a la altura de The Time Traveler’s Wife. Cuando llega el momento clave toma uno de esos virajes que en reglas generales escritores y cineastas tratamos de evitar, el deus ex machina que hace que las cosas sean como son no por lógica, y ni siquiera por lógica interna, sino porque conviene a nuestra historia. Pero hasta entonces Her Fearful Symmetry (cuyo título relee un célebre poema de William Blake, aquel que comienza: ‘Tyger, tyger, burning bright / In the forests of the night…’) había reunido para mí todas aquellas condiciones que, a esta altura de mi vida, requiere un libro para ser considerado bueno: la historia atrapante, el lenguaje hipnótico, los personajes que me involucran en sus vidas.
Un libro es bueno para mí hoy cuando me doy cuenta de que estoy buscando algún resquicio dentro de mi vida para apartarme de todo y leer; un libro es bueno para mí hoy cuando estoy ocupado en mis cosas y aún así no dejo de preguntarme qué pasará; un libro es bueno para mí hoy cuando la ficción que encierra entre sus páginas funciona como prisma que me ayuda a ver la vida, mi vida de siempre, desde un color y una perspectiva nuevos.