Marcelo Figueras
Me apenó la muerte de Heath Ledger. Porque era joven, porque estaba criando a una hija de apenas 2 años, porque parecía tener todo el futuro por delante. No hace mucho hablé maravillas aquí mismo de los minutos iniciales de The Dark Knight, la última película que completó en el icónico papel de The Joker, némesis excluyente de Batman -porque en comparación, todos sus otros adversarios palidecen. Por lo que se veía en ese aperitivo, su interpretación se alejaba de la vena payasesca del personaje (que define la actuación de César Romero en la serie de TV, y consume la de Jack Nicholson en el Batman de Tim Burton) para aproximarse a la idea que muchos tenemos de lo que el Joker es en verdad: un asesino ocurrente pero siempre despiadado, cuyo sentido del humor nunca deja de ser macabro. En esencia el Joker es un emisario de la muerte. El maquillaje es tan sólo su manera de hacernos saber que la gracia del asunto -eso de que estemos tan mal preparados para recibirla, por ejemplo- no se le escapa.
Ya me había impresionado en su momento uno de los afiches de la película que se estrenará a mediados de año. Mostraba una imagen del Joker interpretado por Ledger, con esa cara que parece haberse lavado con un cóctel de ácido y sangre, y el slogan: Why so serious? ¿Por qué tan serio? Imagino que la corrección política hará que retiren esos afiches de circulación, cuando en realidad deberían imprimir más y pegarlos por todas partes. El tono ominoso del afiche sólo aumentaría a sabiendas del destino de su actor. Creo que la intención del director Christopher Nolan era la de crear un personaje inquietante, ante el cual uno no sabe qué es más adecuado, si reír o temblar. Consciente o no de ello, Ledger acaba de ayudarlo a conseguir su objetivo. Nada de lo que diga en el film se salvará de ser sometido a dobles lecturas. ‘Lo que no nos mata nos hace más extraños’, dice el Joker allí parafraseando a Nietzsche.
Lo que mató a Ledger nos hizo más extraños, en efecto.