
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
La batalla del calentamiento hizo honor a su nombre y presentó dificultades a la hora de encontrarle un rostro. Se trataba de una historia complicada, aunque llena de elementos icónicos: un gigante, un lobo, una niña con poderes paranormales… Buscamos por todas partes. A mí me tentaban los coloridos dibujos que reproducían las ‘visiones’ de Hildegarda de Bingen (1098-1180), que además de monja y confidente de Dios era una gran compositora. Pero no di con ninguno que me convenciera del todo.
Creo que fue Julia Saltzmann quien me contactó con la obra de Remedios Varo. La pintura que terminó en la tapa original se llama El juglar y data de 1956. Me gustó por la forma en que combinaba elementos neoclásicos con la presencia de un personaje que produce magia. Si bien no era una ilustración literal de la historia, estaba en conexión con su espíritu –igualmente neoclásico y juguetón.
(Mayté querida: la tapa de La batalla está reproducida en este blog, en una entrada que dice Obras asociadas. No incluí las otras porque en un momento también figuraban aquí, hasta las de las traducciones. Pero creo que esa ventana ya no existe más… o bien olvidé cómo encontrarla.)
Lo cual nos lleva a Aquarium.
Existen dos elementos en la novela que me parecían esenciales a la hora de comunicar. El primero es que se trata de una novela de amor. (Entre el argentino Ulises y la israelita Irit, que ni siquiera comparten idioma.) El segundo es que esa historia transcurre entre Israel y Palestina en un momento particularmente complicado: el comienzo de la segunda Intifada. (Esto es, fines del año 2000.)
Con Gabriela Franco, Julia Saltzmann y el Departamento de Arte de Alfaguara buscamos mil variantes. Dado que la novela se llama Aquarium y existe un narval que juega un rol clave, también probamos con imágenes ad hoc. Pero la intención era no redundar, tratar de que el título y la imagen no se anulasen mutuamente.
Persiguiendo la imagen del romance contrariado recurrimos a la serie de Los amantes de Magritte. La tapa quedaba muy bonita, pero me parecía que transmitía una angustia (seguramente conocen la imagen, se trata de ese hombre y esa mujer que se besan a pesar de que tienen sus rostros encapuchados) que me perturbaba un poco. ¿Resabios de la experiencia de la dictadura, tal vez?
En un momento propuse a la Drowning Girl de Roy Lichtenstein, que se menciona durante la novela. Tenía sentido: la chica que evidentemente sufre, rodeada por olas… Pero el editor Fernando Cittadini me la tiró abajo. ‘¡La gente va a creer que es una novela pop!’, nos dijo. Quizás haya tenido razón. En todo caso, se trataba de un motivo más para no optar por Magritte -¡Aquarium tampoco es una novela surrealista!
Lo cual nos dejaba con las imágenes que sugerían Medio Oriente, guerra, violencia… Alguna de esas opciones pintaba muy bien, pero todos teníamos la sensación de que sesgaban la comunicación hacia un punto equívoco: si bien transcurría con la Intifada como telón de fondo, Aquarium tampoco era una novela sobre ese enfrentamiento-de-nunca-acabar.
…Y entonces apareció ‘la’ foto.
Pertenece a un artista llamado Kazuyoshi Nomachi y se llama Nomad Woman and Sand Dunes, o sea Mujer nómade y dunas.
Lo nuestro fue amor a primera vista.
Más allá de su belleza intrínseca, creo que transmite aquello que yo no quería perder: un sentido del misterio (¿quién es esa mujer que atraviesa las arenas?), del romance concebido como fuerza gravitacional, de una épica que no por personal es menos épica. Además me gustaba la contradicción: ¿una novela llamada Aquarium, ostentando una tapa que es puro desierto?
Yo sé que lo importante es lo de adentro, querido Jan Nadir. Pero la tapa es la puerta de entrada –a un libro, a una película, a un disco, a un alma.
Y uno trata de que la puerta sea bonita, funcione como debe y esté bien pintada, porque una obra no está completa hasta que alguien acepta la invitación para entrar a jugar.