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Blogs de autor

Mi bárbaro romance con los libros

Por 5 de julio de 2006 Sin comentarios

Marcelo Figueras

Es habitual que uno escriba sobre obras y sobre autores, ¿pero por qué no escribir sobre los libros que hacen posible ese contacto? La relación con el objeto libro es física, porque es íntima: lo tocamos, lo maltratamos, lo exponemos a la lluvia, lo llevamos dondequiera que vamos. (La mayor parte de mis libros son libros viajeros: ¡han recorrido mundo!) Cada persona se relaciona con el objeto libro de maneras distintas. Sé de gente que los trata como si cada ejemplar fuese un incunable: cuidando que la sobrecubierta y la cubierta no se ajen, abriéndolo de tal forma que no queden marcas sobre el lomo, negándose a subrayar el texto a no ser que sea con un delicado trazo de lápiz… Comprendo este cuidado, porque expresa amor. Pero claro, al igual que en la vida, existen muchos tipos de amor. Yo amo mis libros, pero con un amor bárbaro. Allí están los pobres, magreados, gastados, subrayados con tinta, llenos de papelitos que en su momento sirvieron como señaladores… Mis libros se parecen bastante a la edición de las Historias de Heródoto que el conde de Almasy llevaba consigo a todas partes en El paciente inglés. En su interior siempre encuentro addendas que me hablan de quién era yo, y cuál era mi vida, en el momento en que incorporé ese libro a mi universo.

Anoche, por ejemplo, terminé de leer Atonement, la novela de Ian McEwan que se publicó en español con el título Expiación. Entre sus páginas encontré papel membretado del Gran Hotel Iruña de Mar del Plata, lo que me reveló que la novela me había acompañado algunos años atrás, durante el tramo final del rodaje de Kamchatka. En aquel entonces no la terminé: quedó postergada hasta este presente, ocasión en la que Marcelo Piñeyro (el director de Kamchatka, para potenciar la coincidencia) me sugirió que la leyese para estudiar su estructura narrativa. Ahora que la terminé se sumó a sus páginas el folleto de un curso avanzado de buceo, que recogí en mi gimnasio con la idea de rendir el examen para subir de categoría. Si en el futuro reviso las páginas de la novela nuevamente, comprenderé que mi relación con Atonement fue atormentada, y que la abandoné en un tiempo para retomarla, por fin con placer, varios años después.

Como Jorge Lavelli acaba de estrenar una nueva puesta y me dieron ganas de ir a verla al Teatro San Martín, esta mañana me puse a releer King Lear, en la vieja edición de Signet que, bajo el título Four Great Tragedies, incluye además Hamlet, Othello y Macbeth. El libro está sucio, a su tapa le faltan trozos y sus páginas están llenas de subrayados temblorosos. (En su primera página figura el escudo que adoptó la familia Shakespeare y su divisa, Non Sanz Droict, que significa no sin derecho: parece un comentario sobre el derecho que me asiste a la hora de maltratar los libros que amo). Me detuve al final de la Escena I del Acto I, usando como señalador un pequeño rectangulito de papel que ya estaba entre sus páginas. Dice Observation Deck, $ 12,50, Top of the World, lleva al pie una fecha casi imperceptible (1999) y tiene por ilustración dos manchas azules que a primera vista parecen tan sólo un motivo geométrico y después se revelan como la imagen de los edificios cuya entrada franqueaban: las torres gemelas del World Trade Center –un sitio que ya no existe, y que hoy suena tan fantástico como la Inglaterra pre-cristiana de Lear.

Cada uno trata a sus libros como puede, o como quiere. Es probable que a mi muerte mi biblioteca carezca de gran valor de reventa, porque sus ejemplares estarán bastante golpeados; pero cualquiera que revise mis libros tendrá fácil acceso a mis obsesiones (los subrayados las revelan), a claves que hablan del momento en que fueron leídos –y lo más importante: entenderán que mi relación con ellos siempre fue intensa, porque todo amor que vale la pena deja marcas.

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Marcelo Figueras

Marcelo Figueras (Buenos Aires, 1962) ha publicado cinco novelas: El muchacho peronista, El espía del tiempo, Kamchatka, La batalla del calentamiento y Aquarium. Sus libros están siendo traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, holandés, polaco y ruso.   Es también autor de un libro infantil, Gus Weller rompe el molde, y de una colección de textos de los primeros tiempos de este blog: El año que vivimos en peligro.   Escribió con Marcelo Piñeyro el guión de Plata quemada, premio Goya a la mejor película de habla hispana, considerada por Los Angeles Times como una de las diez mejores películas de 2000. Suyo es también el guión de Kamchatka (elegida por Argentina para el Oscar y una de las favoritas del público durante el Festival de Berlín); de Peligrosa obsesión, una de las más taquilleras de 2004 en Argentina; de Rosario Tijeras, basada en la novela de Jorge Franco (la película colombiana más vista de la historia, candidata al Goya a la mejor película de habla hispana) y de Las Viudas de los Jueves, basada en la premiada novela de Claudia Piñeiro, nuevamente en colaboración con Marcelo Piñeyro.   Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País.   Actualmente prepara una novela por entregas para internet: El rey de los espinos.  Trabajó en el diario Clarín y en revistas como El Periodista y Humor, y el mensuario Caín, del que fue director. También ha escrito para la revista española Planeta Humano y colaborado con el diario El País. Actualmente prepara su primer filme como director, una historia llamada Superhéroe.

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