
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
Según cuenta Samuel P. Jacobs del blog The Daily Beast, la difusión de la lista de libros que los presidentes de los Estados Unidos leen en durante su descanso veraniego se ha convertido en una tradición. Tal parece que hasta George W. Bush leía libros durante sus vacaciones. (Tal vez sea cierto: se tomaba tantas y tan largas, que tiempo para leer debía sobrarle.) Su monje negro, Karl Rove, se tomó el trabajo de alentar esa creencia con un artículo en el Wall Street Journal llamado Bush is a Book Lover. No sé por qué, pero tengo la sospecha de que los libros que Bush leía van por la misma senda de los que Menem leía, una galería fantástica que incluía los escritos de Sócrates (que nunca escribió) y las novelas de Borges (que, como es vox populi, nunca fue más allá de los cuentos, los poemas y los ensayos).
Ahora que tanto Bush como Menem están dedicados a las vacaciones permanentes, presumo que deben haberse devorado los poemas de Stephen King, las novelas de Paul Krugman y los ensayos de Charles M. Schulz.
Por supuesto, nadie se toma demasiado en serio estas listas. Tanto es así, que en la que acaban de difundir respecto de Obama hay algo que huele a error: ¿cómo puede ser que vaya a leer Hot, Flat, and Crowded, el best-seller ecologista de Thomas L. Friedman, cuando ya estaba citando partes y conceptos del libro durante la campaña pre-electoral? Quizás leyó tan sólo partes un año atrás. (O bien las leyeron aquellos que preparaban sus discursos…) Pero en cualquier caso, la gaffe siembra dudas sobre la seriedad de semejantes listas.
Dicho lo cual, es justo celebrar el buen gusto de aquel que las armó, aunque no haya sido Obama en persona. Que un presidente decida leer, o cuanto menos proclame que leerá Lush Life de Richard Price, novela que ha sido profusamente elogiada aquí, o The Way Home de George Pelecanos (que no elogié porque todavía no leí, pero sí hablé bien del hombre como guionista de The Wire) es verdaderamente un lujo.
Eso sí, lamento que no se haya llevado a Martha’s Vineyard una versión en inglés de Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, que si mal no recuerdo Chávez le había regalado en su español original. Dado el conflicto originado por las bases militares norteamericanas en Colombia y su tibieza a la hora de repudiar el golpe cívico-militar de Honduras, no le vendría mal adquirir un poco de perspectiva sobre la dura historia de nuestro subcontinente.