Marcelo Figueras
Cierta gente de los Estados Unidos tiene una neurosis tan grande que linda con el delirio. El domingo pasado se estrelló un avión en Kentucky, a causa de lo que aparece como error humano: haber utilizado una pista demasiado corta para despegar. Murió mucha gente, lamentablemente. Esa misma noche tenía lugar la entrega de los Emmy, el premio mayor de la TV de ese país. La transmisión se inició con un sketch a cargo de Conan O’Brien, que era el animador de la velada. Ese corto, obviamente filmado con antelación, se iniciaba con una variación humorística sobre la serie Lost: O’Brien viajaba en un avión que se caía, yendo a parar a una isla desierta en la que se encontraba con uno de los personajes de la historia. En la isla encontraba una escotilla que lo conducía al universo de otra serie, The Office, y de allí saltaba a meterse en House, y después en 24… Una forma divertida de iniciar la ceremonia, y poco más.
El lunes por la mañana, entre la información y los comentarios sobre quién había ganado y quién no, se alzaron voces que criticaban a la cadena NBC por el presunto mal gusto que habría constituido la porción del sketch que mostraba a O’Brien en el avión. En todo caso habría sido de mal gusto hacer algo así en vivo, dadas las circunstancias del accidente real. Pero imagino que O’Brien y la NBC habrán entendido que mutilar el sketch era inviable, porque habrían tornado incomprensible su lógica; y que levantarlo del todo hubiese despojado a la ceremonia de su único comienzo. Por lo demás era evidente que el sketch había sido filmado y editado mucho antes del domingo. No me parece mal que la gente se solidarice con el dolor ajeno, pero también es posible exagerar en la materia. Los parientes de las víctimas no habrán dedicado su domingo por la noche a ver la entrega de los Emmy, de eso estoy seguro, y en consecuencia no deben haber tenido oportunidad alguna de sentir más dolor del que ya padecían.
De cualquier forma la cadena NBC salió ayer a pedir disculpas por el error que, al menos eso creo yo, nunca cometió. Qué quieren que les diga, yo desconfío de la gente que protesta por un sketch y no dice nada cuando su país invade a otro, masacra civiles y mantiene prisioneros sin derecho a representación legal. No puedo fiarme de personas que arman escándalos por causa de un segmento televisivo y dejan a los pobres de su nación librados a su suerte, en medio de un huracán. Recuerdo que, durante los años del menemismo, trataba de poner coto a mis propias quejas diciéndome que merecíamos lo que nos pasaba dado que habíamos –yo no, pero la mayoría sí- votado a esa criatura infame y dañina. Ahora tengo la tentación de decir algo semejante a los amigos del norte, pero ni siquiera estoy seguro de que se ajuste a la verdad. No soy el primero ni el único en tener dudas sobre el proceso electoral que encumbró en su cargo al actual presidente, un sitial que Roosevelt ocupó alguna vez y que hoy, para pesar del mundo, se cubre a diario de indignidad.