
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
Lo más sorprendente de la entrega de los Emmy, esto es los premios a la TV de los Estados Unidos que fueron entregados anoche en Los Angeles, fue que todo el mundo involucrado coincidiese en el diagnóstico de que, más temprano que tarde, la TV tal como la conocemos ya no existirá más.
Esto puede pescar mal parados a ciertos espectadores, en especial a aquellos que como yo le agradecen a diario a HBO, AMC y a algún otro canal por hacer nuestra vida más interesante ahora que Hollywood ha muerto y el resto del cine está en coma. ¿Cómo es posible que en plena Edad de Oro de la TV, la era de Mad Men y de Breaking Bad, de True Blood y de Weeds, alguien nos diga que estos días están contados?
Si la TV que ya no existirá fuese la Argentina que conocemos, yo saldría a la calle a celebrar. Salvo contadísimas excepciones (¡Dios preserve a Capusotto por muchos años!), la TV argentina está viviendo su Edad de Plomo (Rediviva): en los cuarenta y pico de años que llevo viéndola, nunca ha estado peor.
Pero lo que está amenazado no es el estercolero nacional, sino el formato todo, de aire y de cable, y en el mundo entero. Lo que está en cuestión son los Prime Suspect, los The Sopranos del futuro.
Si los mejores momentos de la entrega del Emmy sirven como indicación, la suerte está echada. El musical de apertura a cargo de Neil Patrick Harris fue una humorada en la que prácticamente se le rogaba a los espectadores que no apagasen la TV. Y el sketch tomado del programa que Joss Whedon (Buffy the Vampire Slayer, Firefly, Dollhouse) concibió para internet bajo el título de Dr. Horrible’s Sing-Along Blog (protagonizado nuevamente por Neil Patrick Harris, con Nathan Fillion como Captain Hammer), confirmó precisamente lo que todos temen: que en un futuro tan cercano que ya ha comenzado, los programas de TV no serán vistos en la TV, sino en esta misma pantalla donde ahora me están leyendo –o incluso en las más diminutas de sus teléfonos favoritos.
Temblar o lamentarse por anticipado no tiene sentido, como no lo tuvo cuando la TV irrumpió y Hollywood se rasgó las vestiduras. (Más le valdría rasgárselas ahora, que está hundiendo al cine por sus propios desméritos.) La TV sobrevivirá, aunque transformada, del mismo modo en que el cine se transformó bajo su influjo. La verdad incuestionable es que internet está modificando nuestra vida a velocidad ultrasónica. Ya está alterando en los hechos la forma en que recibimos la narrativa audiovisual, a pesar de que todavía la calidad del material es más que cuestionable: ¡cuánto más lo hará cuando obtengamos un standard de calidad aceptable! De aquí en más, la forma en que se concibe y se produce un relato audiovisual se amoldará cada vez más a las demandas y excelencias de este medio al que todos, para qué negarlo, nos hemos hecho adictos.
La frase el futuro está al alcance de nuestras manos nunca pudo ser interpretada de manera más literal que hoy.
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