Marcelo Figueras
Después de ver Map of the Human Heart, y con el bombardeo de Dresden todavía en la cabeza, volví a leer Slaughterhouse-Five, de Kurt Vonnegut. Qué pedazo de libro. Tan divertido, tan inventivo y tan desolador a la vez. Si fuese más voluminoso habría que usarlo para pegar en la cabeza de tanto escritor que rehuye hablar de su circunstancia, ¡o de la Historia!, con la excusa de que ya todo ha sido dicho -salvo la palabra yo, que tanto les gusta repetir.
Había olvidado que la novela tiene un subtítulo apropiadísimo: La Cruzada de los Niños, una Danza del Deber con la Muerte. Lógicamente había olvidado también la razón de ese subtítulo. Vonnegut, que le dedica el libro a Mary O’Hare, la esposa de un compañero suyo de la Segunda Guerra, se sorprende cuando la mujer lo recibe de mala gana en su casa. Después de tratar infructuosamente de intercambiar anécdotas con su ex camarada, la mujer le espeta la razón de su rabia: ‘Era la guerra lo que la enojaba. Ella no quería que sus bebés ni que los bebés de cualquiera fuesen asesinados en otras guerras. Y pensaba que en buena medida las guerras eran alentadas por libros y películas’.
Como tantos momentos oscuros de la historia de Occidente, el bombardeo aliado sobre la ciudad alemana de Dresden, célebre hasta entonces como ‘la Florencia del Elba’, ha sido convenientemente olvidado. Murieron allí 135.000 personas -civiles todos. La bomba atómica sobre Hiroshima mató prácticamente la mitad de gente: 71.379 personas. Y sin embargo nadie recuerda Dresden. En fin, seamos sinceros: casi nadie recuerda tampoco Hiroshima y Nagasaki. Junto con Dresden, se trata de las masacres más execrables de la Historia moderna -habría que agregar el Holocausto, el genocidio armenio a manos de los turcos y los genocidios encubiertos por la vía del hambre, en sitios como el Africa- y sin embargo nadie, empezando por sus responsables, parece interesado en hacerse cargo de este legado de muerte y de violencia, aunque más no sea para empezar por el principio -esto es, pedir perdón a las víctimas.
Dresden, Hiroshima, Nagasaki. Tres nombres a recordar cada vez que vengan a vendernos otra vez aquello de que la Historia del mundo puede ser leída en términos de buenos y malos.
Mary O’Hare tenía razón. Hay demasiados libros y películas que colaboran con la guerra -por acción o por omisión.