Marcelo Figueras
Qué le ocurre a un autor cuando una obra suya que detesta se convierte en un clásico?
Yo sabía de la fobia que Sir Arthur Conan Doyle desarrolló respecto de Sherlock Holmes, su personaje más famoso, a quien llegó a matar para después verse obligado a resucitar por presión pública y, si no recuerdo mal, hasta materna. (Mamá Conan Doyle estaba más orgullosa de Sherlock que de su hijo…) Pero me sorprendí cuando leí declaraciones de Alan Moore diciendo que detestaba The Killing Joke, una historia ilustrada por Brian Bolland que es para mí -modestamente- la mejor historieta sobre Batman y the Joker que se haya escrito nunca.
Publicada originalmente hace veinte años, The Killing Joke es una historieta de 46 páginas que logra una hazaña: humanizar la figura de the Joker, inventándole una historia previa que justifica los niveles de locura a que llegará una vez asumida su personalidad delictiva, pero sin quitarle nada de su salvajismo y de su violencia. The Dark Knight -me refiero a la película de Christopher Nolan- tomaba otro camino distinto, al buscar deliberadamente que the Joker no tuviese historia ni identidad alguna, e insinuar que en cierto sentido es una corporización del lado salvaje e irracional que sigue existiendo en nuestras sociedades, apenas por debajo de la pátina de civilización. Ambos relatos coinciden en la psicosis desatada de the Joker; y difieren tan sólo en la exploración de un pasado posible, con Moore sugiriendo que nadie enloquece de semejante manera sin haber sido arrollado repetidas veces por el destino, hasta llegar a un punto del que no hay regreso. ¿Será por eso que Moore reniega de su obra: porque le parece blando haberle encontrado una justificación psicológica a the Joker, que suele ser más inquietante cuanto más inexplicables son sus actos?
Le guste o no a Moore, el relato es de una perfección formal formidable. Y el arco que describe entre el comienzo (Batman llega al Arkham Asylum y se enfrenta a the Joker mientras el texto dice, subrayando el paralelismo entre ambas figuras: ‘Estaban estos dos tipos en el asilo para lunáticos…’) y el sorprendente final es de una elegancia clásica. The Killing Joke culmina con un chiste contado por the Joker, que de inmediato empieza a reírse de su propia broma. Lo insólito es que Batman también se tienta. Los dos hombres prorrumpen en carcajadas. Las viñetas de Bolland muestran el suelo bajo sus pies, lleno de agua de lluvia. Entre ambas sombras hay un haz de luz que se cuela entre ambos cuerpos, marcando la distancia que los separa.
Y finalmente la luz se extingue.