Marcelo Figueras
Un artículo de la revista Entertainment Weekly incluía las confesiones de buena parte de su staff, respecto de los Libros Importantes con mayúsculas que compraron, pero que no leyeron nunca. La autora del artículo, Tina Jordan, dice haberse inspirado cuando al plumerear su biblioteca encontró una prístina copia de Los versos satánicos, de Salman Rushdie. Ni siquiera recordaba haberlo comprado, pero en todo caso no tenía dudas respecto de las razones que podían haberla decidido: “La fatwa contra Rushdie, la forma en la que se vio obligado a esconderse –todo eso era la comidilla de los medios, y el libro trepó como un tiro en los charts”.
Jordan habla de esos libros de los que toda la gente habla en un momento determinado, forzándote a comprarlos para no quedar marginado de las conversaciones en la oficina… y que aun así, nunca te decides a leer. En su caso, menciona también a los libros del científico Stephen Hawking (que admitámoslo, nunca produce textos fáciles; yo luché para terminar Una breve historia del tiempo y no creo haber entendido ni el diez por ciento), las novelas de Thomas Pynchon y el enorme –por tamaño, digo- libro de David Foster Wallace Infinite Jest.
Todo el mundo tiene listas parecidas. Los colegas de Jordan en Entertainment Weekly agregan otros libros intocados: obras de Proust, Joyce Carol Oates y Philip Roth, White Teeth de Zadie Smith (mea culpa, yo también lo compré y no pasé nunca de las primeras páginas), Everything is Illuminated de Jonathan Safron Foer, The Amazing Adventures of Kavalier & Clay de Michael Chabon…
Si miro alrededor para ver qué libros compré hace tiempo y nunca leí, podría mencionar a The Voyage of the Narwhal, de Andrea Barrett (me lo llevé estas vacaciones, y sólo leí las primeras páginas), Oryx and Crake de Margaret Atwood, The Little Friend de Donna Tartt, Middlesex de Jeffrey Eugenides y Carter Beats the Devil, de Glen David Gold, del que llegué a la página 254 antes de abandonar. También me pasó con A Star Called Henry, de Roddy Doyle, y con The Quincunx, de Charles Palliser. Como percibirán, no se trata de novelas de esas de las que habla todo el mundo. Creo que al menos en mi caso, esos libros tan comentados y ubicuos nunca llegan a mi casa. Nunca leí El código Da Vinci. Nunca pasé de las primeras páginas de la novela inicial de Harry Potter. (El ejemplar era de mis hijas.) Mi desconfianza respecto de los libros que se consumen en masa porque la prensa los instala como un must es tan grande, que a veces me lleva a cometer errores: tardé muchos años, por ejemplo, en leer a Kundera; lo hice cuando ya casi nadie hablaba de él… y me encantó.
De cualquier forma, un libro que no has leído es siempre una promesa. Más de una vez me ha ocurrido dejar de lado un título en un momento, para retomarlo años más tarde y encontrar que ahora sí me habla: como en tantos otros aspectos de la vida, el éxito de determinadas seducciones depende de su oportunidad. Quizás dentro de algún tiempo Tina Jordan vuelva a limpiar su biblioteca y descubra entonces que la vida la ha puesto ya en un lugar desde el que puede apreciar Los versos satánicos.
O no. En fin, ¿cuáles son los libros no leídos que atesoran en sus casas?