Marcelo Figueras
A mis hijas les gustó Meteoro, pero a mí… Es verdad que soy el único de la familia que conserva el recuerdo del dibujo animado, que junto con Astroboy me introdujo en el delicioso mundo de la animación japonesa. Sin embargo mi reticencia ante Meteoro no pasa por su fidelidad o sus deslices respecto del original, sino en la clase de película que los hermanos Wachowski, como guionistas y directores, han terminado pergeñando.
Yo no alentaba deseo alguno de sentir nostalgia. Ni mucho menos esperaba que los Wachowski tratasen a su fuente con excesivo respeto: ¿cuán ‘fiel’ se puede ser a las aventuras de un chico que, al volante de un auto que todavía sigue siendo insuperable -ah, el diseño del Mach 5…-, se limita a correr carreras en parajes exóticos? No estamos hablando del Ulysses, precisamente. En todo caso, los Wachowski han sido reverentes por demás con su fuente, pasando por la línea general del relato -Meteoro y su familia, el subtrama del misterioso Racer X-, los recursos narrativos y hasta en los detalles, por ejemplo en la colorida gorrita del hermano menor, que en inglés se llama Spritle y a quien el doblaje rebautizaba como Chispita. (Personaje, dicho sea de paso, que empieza gracioso y termina insoportable.)
Lo que sí esperaba, en parte porque los Wachowski se ocuparon de insinuarlo, es que Meteoro se atreviese a una mínima experimentación en el terreno de lo narrativo. Por supuesto que no me refiero a una experimentación en el sentido, digamos, godardiano que podría tener el término, sino en aquel que de tanto en tanto produce Hollywood como vanguardia tecnológica. El uso que los Wachowski hacen de la tecnología digital y de su abultadísimo presupuesto me resultó inefectivo. Cualquiera de los capítulos de la serie original era más emocionante que este mamut de dos horas y pico. Los actores se ven incómodos, y su actuación termina siendo tan equivocadamente artificial como las imágenes digitales que se recortan todo el tiempo -y de manera ostensible, para mi sorpresa- detrás de sus siluetas. El único recurso narrativo que puede parecer novedoso (la forma de articular flashbacks en imágenes que discurren a espaldas de los personajes), está tomado verbatim del dibujito original, si mi memoria no falla. ¡Un presupuesto de 150 millones y otros 100 para marketing no les bastó para conjurar la magia de un original producido por monedas!
Lo que está ausente de este Meteoro es la energía infecciosa que los Wachowski sólo encontraron en la Matrix original, cuando Neo comprende que es dueño de poderes insospechados; ese vértigo que entonces personaje y creadores compartían, el de descubrir que podían hacerlo (casi) todo. Desde entonces quedó claro que los Wachowski no saben qué hacer con sus poderes. Meteoro es igual a un videogame de gráficas espectaculares, que carece de toda gracia a la hora de jugar. En cambio Iron Man, flamante versión en celuloide de una historieta original de la Marvel -que yo conocí en su formato de primitivo dibujo animado-, está llena de gracia. Acabo de leer que triunfó en la taquilla de USA por segunda semana consecutiva, más que duplicando la recaudación de Meteoro, estrenada este viernes.
La gente no es tonta.