Marcelo Figueras
Aprovecho este espacio para manifestar mi alegría por dos noticias que casi pasaron desapercibidas. La primera: la Autoridad Palestina concedió al músico Daniel Baremboim un pasaporte que le otorga esa nacionalidad. Uno de los intérpretes y directores de orquesta más aclamados de hoy, Barenboim nació en Buenos Aires en 1942, descendiendo de ruso-judíos escapados de la guerra, y se mudó a Israel a los diez años. Lo cual significa que tiene nacionalidad argentina y también israelita. (También es ciudadano honorario español, desde que una de sus iniciativas, llamada West Bank Divan Worshop, se instaló físicamente en Sevilla.) La segunda noticia es complementaria, pero no menos gozosa: aun siendo ciudadano israelita, Barenboim aceptó la ciudadanía palestina diciéndose honrado. "No sé si soy el primero, o el único en tener ambas ciudadanías", lo oí decir por televisión. "Pero sí sé que nuestros pueblos están inextricablemente vinculados. Nuestra relación puede ser una bendición o una maldición. Yo prefiero pensar que llegará a ser lo primero".
Además de desarrollar una carrera brillante como artista, Barenboim no ha dejado de trabajar en pos del entendimiento de ambos pueblos. A comienzos de los 90, un encuentro con el hoy fallecido Edward Said fue el origen de una amistad que se tradujo en obras: libros como Parallels and Paradoxes: Explorations in Music and Society, que recoge sus conversaciones con el intelectual palestino, y emprendimientos como el West Bank Divan Workshop, que convocó a jóvenes músicos de Egipto, Siria, Líbano, Jordania, Túnez e Israel, apostando a que el arte construiría entre ellos los puentes que el fanatismo destruye a diario. Una amiga querida, Katrina Bayonas, me dijo que existía un documental maravilloso que registraba el trabajo del Workshop. Ojalá pueda verlo algún día. O mejor aún: ojalá pueda estrechar la mano de Barenboim algún día.
Y después dicen que hoy no hay héroes. Artista de excepción, intelectual y ciudadano comprometido con su realidad, Barenboim podría haberse conformado con producir belleza en estudios, teatros y salas de conciertos. Como todo hombre sensible, comprendió pronto que esa belleza acotada no alcanza, y se abocó a producirla también en el mundo.
Con un poco de suerte y mucha, pero mucha buena voluntad de parte de todos, será tan sólo el primero de muchos ciudadanos palestino-israelíes.
Una bendición para todos.