
Eder. Óleo de Irene Gracia
Marcelo Figueras
Ah, las delicias de vivir en la Argentina… Les ofrezco una muestra pequeña pero nada excepcional de lo que significa verse expuesto a ciertos medios de comunicación en este país.
En la página inicial de su edición digital de hoy martes (lo cual me lleva a imaginar que su edición impresa adoptó parecidas proporciones), el diario La Nación eligió este título como principal: Casamiento gay: dura crítica de Bergoglio. La noticia alude al permiso judicial que se otorgó a una pareja gay para contraer nupcias, en lo que sería –si el diablo, o mejor dicho la Iglesia, no mete la cola- el primer matrimonio de estas características en Latinoamérica. El Bergoglio de quien se habla es el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio. Y la ‘dura crítica’ que el prelado expresó está dirigida a Mauricio Macri, el alcalde de Buenos Aires, por no haber vetado el fallo judicial.
Después vienen otros títulos, sobre cuestiones impositivas, obras sociales, incidentes en un concierto de rock y la visita de Shimon Peres. Y en último lugar de la pantalla, con tipografía pequeña, dice lo siguiente: La causa por las escuchas ilegales: espiaban al jefe de gabinete de la Capital. O sea a Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gabinete del gobierno de Mauricio Macri.
Cuando yo estudiaba periodismo, y durante los años que practiqué la disciplina, se decía siempre lo siguiente: que la jerarquía que uno otorga a las noticias –y mucho más en la primera plana- es directamente proporcional a la importancia que uno otorga a las cuestiones sobre las que decide hablar. Lo cual, a juzgar por esta portada de La Nación, indicaría lo siguiente: que Mauricio Macri es mucho más criticable por su decisión de no obstaculizar el matrimonio gay que por contratar gente que, como su actual jefe de Policía Metropolitana, Osvaldo Chamorro, se dedica a recolectar datos de inteligencia, no sólo sobre políticos y funcionarios de la oposición, sino también sobre su mismísimo jefe de gabinete. Y eso, sin mencionar siquiera que su anterior jefe de policía, el Fino Palacios, debió renunciar antes de asumir por haber contratado a un agente que practicaba escuchas ilegales a opositores políticos… y de paso, al mismísimo cuñado de Macri.
Según parece, La Nación cree que Macri abusó de su poder como funcionario público al no ejercer su derecho al veto, pero no cuando propició escuchas ilegales e investigaciones sobre la vida privada de gente que piensa diferente. Imaginen si en su momento el Washington Post hubiese dedicado la cabecera de su primera plana a esa fea tendencia de Richard Nixon de mostrarse tolerante con los chinos, para relegar al pie de página un titulito que dijese, como quien no quiere la cosa: Caso Watergate: espiaban a los demócratas.
Cosas vederes, Sancho…