Lluís Bassets
No sabemos a dónde nos lleva la indignación mundial. Pero sí sabemos a dónde nos conduce la acogida que están teniendo los indignados. Sólo alrededor del Tea Party hemos encontrado la sal gruesa de las imputaciones enormes, y desde aquí en su inefable imitador español, José María Aznar. La tendencia mundial, conservadores y derechas incluidos, es a comprender a quienes protestan y a execrar a los codiciosos que están suscitando tanta indignación. Leo en Der Spiegel una muy interesante información en la que se nos dan los nombres de personalidades que han manifestado en algún grado u otro su comprensión con los indignados y su insatisfacción por el poder excesivo de los banqueros en esta crisis: Wolfgand Schäuble, José Manuel Durao Barroso, Rainer Brüderle, Mario Draghi, Angela Merkel? También Obama ha expresado su simpatía. Pero el caso más espectacular e insuficientemente citado es el Lech Walesa que ha mostrado su solidaridad con el movimiento Ocupemos Wall Street y ha denunciado los excesos del capitalismo.
Walesa sabe de qué habla. Sabe lo que es una protesta, porque fundó el sindicato Solidarnosc, que consiguió cambiar el régimen en Polonia y abrir las puertas a la democracia. Sabe también lo que es el comunismo, porque fue un combatiente en su contra, de forma que nadie puede venirle ahora con monsergas sobre las pretensiones criptocomunistas de los indignados. Y sabe lo que es una sociedad de libre mercado, porque él contribuyó a crearla en su país. Pero Walesa es también un obrero y una persona sencilla, que ha trabajado duramente al servicio de los trabajadores y de sus conciudadanos sin ninguna pretensión de enriquecerse. No puede haber dudas de que debe producirle urticaria comprobar cómo actúa la codicia económica y cómo quienes se han enriquecido sin escrúpulos hacen luego ostentación de su poder y de su riqueza.
Las declaraciones de Walesa a la agencia AP desde Varsovia enlazan dos momentos especiales de la historia reciente del mundo como son 1989 y 2011. En aquella fecha cayó el Muro de Berlín y a continuación el entero sistema comunista: lo que queda son reminiscencias (Cuba y Corea del Norte) o regímenes metamorfoseados en capitalistas (China y Vietnam). Este año han caído tres dictaduras árabes protegidas por Occidente y los jóvenes de muchos países de todo el mundo parecen haberse contagiado de las energías y de la tecnología que ha servido a los árabes para su liberación. En 1989 se trataba de terminar con la dictadura sin mercado, mientras que este 2011 ha empezado contra las dictaduras con mercado y ahora está contra las dictaduras del mercado. No sabemos a dónde lleva, pero sí la línea que traza la ola de indignación entre quienes critican el reino de la codicia y quienes siguen haciendo la apología de los codiciosos: a la vista está que ni siquiera tiene que ver con la distinción entre derecha e izquierda, al menos tal como era en el siglo XX.