Lluís Bassets
Las ola revolucionaria se ha llevado por delante a dos dictadores, tiene a otro acorralado, ha hecho caer al primer ministro tunecino y ha obligado al presidente francés Nicolas Sarkozy a despachar a su ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie que le ha durado cuatro meses en el cargo. No está mal. Todo sigue teniendo la apariencia de un brillante comienzo: ahí están en cola Bahrein, Yemen, Oman, Argelia, Marruecos, e incluso, Arabia Saudí. No hay que minusvalorar un pequeño detalle significativo: la Autoridad palestina ha cerrado su oficina de apoyo a la negociación de paz. Sarkozy, al anunciar la remodelación de Gobierno, ha anunciado también que hay que refundar la Unión para el Mediterráneo (UpM).
Es una de las noticias más curiosas de la temporada: la UpM arrancó hace tres años en una cumbre en París con un buen puñado de dictadores y no ha conseguido reunirse por segunda vez. Su secretaría, instalada en Barcelona, no funciona todavía a pleno rendimiento y tiene el cargo de secretario vacante, porque el diplomático jordano que lo ocupaba dimitió solo empezar las revueltas árabes. Por cierto, hace bien Sarkozy queriendo refundarla: nominalmente, él y Mubarak son todavía los copresidentes del artefacto.
Todos sabemos que el presidente francés tiene algo de Adán. Le gustan los nuevos comienzos y las refundaciones. Quiso refundar el capitalismo, que tiene un poco más de historia que la UpM, y todo quedó en agua de borrajas. La UpM ya fue a su vez una refundación de algo que, mal que bien, tenía más sentido y funcionaba mejor, como era el llamado Proceso de Barcelona, en el que se incluían todos los capítulos políticos y derechos humanos que fueron eliminados del nuevo invento sarkozyano.
Quizás, en vez de refundar, habría que regresar simplemente al anterior formato y recuperar los papeles que el presidente francés barrió de la mesa. Michel Rocard, el ex primer ministro socialista francés al que Sarkozy quiso encargar la puesta en marcha de la UpM, ha explicado que ?comprendió en seguida que el punto de partida era la voladura de todo lo que ya existía en cuestión de diálogo euromediterráneo?. Por eso rechazó el encargo. También lo rechazó Alain Juppé, el nuevo ministro de Exteriores nombrado en sustitución de Alliot-Marie. Juppé ha explicado que ?no veía la cosa y como sustitución acepté el Libro blanco sobre política exterior porque me dije que no podía decir que no a todo?. Ambos lo explican en un libro dialogado, de reciente publicación en Francia, seguramente poco oportuno, pues acredita la profunda distancia que hay entre Sarkozy y Juppé, hasta ahora ministro de Defensa.
?El mejor de todos nosotros?, para Jacques Chirac, era Alain Juppé. Es un político tan brillante y valioso como desafortunado. El primer intento de reformar el sistema social y laboral francés fue obra suya, siendo primer ministro de Chirac entre 1995 y 12997, pero solo consiguió que la agitación social y la oleada de huelgas terminara con su gobierno. Luego cargó sobre sus espaldas los mangoneos de la financiación ilegal de su partido, llegando a sufrir condena penal por ello. Juppé ha pagado las facturas de la presidencia de Jacques Chirac, al igual que Sarkozy ha cobrado los beneficios. Juppé apoyó a Chirac en las presidenciales de 1995 mientras que Sarkozy hizo lo propio con el candidato derechista que perdió, Edouard Balladur. Está visto que si hubiera ganado Balladur entonces, quizás ahora Juppé sería presidente. Y a Francia las cosas quizás le habrían ido mejor.
La llegada de Juppé a Exteriores es una buena noticia para la diplomacia francesa. Juppé ha criticado abiertamente los recortes y la marginación sufrida por el Quai d?Orsay por parte de Sarkozy con su manía de concentrar todo el poder en sus manos. También es una buena noticia para los europeos. Al fin hay un ministro de Exteriores con cara y ojos, que ya tiene experiencia en el mismo cargo desde 1993 hasta 1995. Aunque es un gaullista, sus convicciones europeas son profundas y serias, mucho más que las de su jefe Sarkozy. En el panorama actual, con una alta representante de la UE de perfil tan bajo como Catherine Ashton, y con un ministro de Exteriores alemán contestado en el interior y sin futuro en el exterior, como Guido Westerwelle, Juppé tendrá márgenes para actuar y la posibilidad de tirar al menos un poco de la apática tropa europea.
(Las citas pertenecen al libro ?La politique telle qu?elle meurt de ne pas être. Alain Juppé. Michel Rocard. Un débat conduit par Bernard Guetta. JCLattès)