Lluís Bassets
Dime de quién te rodeas y te diré quien eres. La instalación de un nuevo presidente en la Casa Blanca es un rito de paso que da lugar a muchos exámenes y pruebas. Estamos ahora en el momento de las apuestas, las sugerencias, las presiones…Los distintos grupos de interés quieren colocar a quienes les representen. Los más ambiciosos se abren pasos a codazos. Los hacedores de reyes, esos personajes que quieren hacer notar su influencia, intentan imponer a sus recomendados. Todo esto se traduce en filtraciones, rumores o meramente en la utilización abierta de los medios de comunicación para lanzar un nombre, un globo sonda o un valor que no estaba en el mercado.
La lista de quienes pueden recibir grandes encargos del presidente Obama empieza a ser larga. En ella están candidatos presidenciales derrotados como John Kerry o Hillary Clinton, actuales cargos de Bush como Robert Gates, republicanos con cargo como el gobernador de Califormia Arnold Schwarzeneger o sin cargo como Colin Powell, antiguos secretarios de Estado de Clinton como Lawrence Summers, un ex embajador en Naciones Unidas como Richard Holbroolke, un ex vicefiscal general como Eric Holder o el presidente de la Reserva Federal de Nueva York Timothy Geithner.
Se detecta, de una parte, una cierta voluntad de apertura partidista, transversalidad o, como se dice en Estados Unidos, bipartidismo: hay que trufar el nuevo equipo con los nombres de algunos republicanos ilustres. De la otra, destaca en las quinielas la cantera del anterior presidente demócrata, Bill Clinton. Esto último también sucede con los equipos que están preparando el relevo: John Podesta, el último jefe de gabinete de Clinton, es quien se encarga de ello; y el próximo jefe de gabinete ya nombrado, Rahm Emanuel, fue consejero especial de la Casa Blanca entre 1993 y 1998.
La instalación del nuevo equipo llevará tiempo. La costumbre dice que en Thanksgiving, el Día de Acción de Gracias, que cae este año en 27 de noviembre, deben conocerse todos los nombres. Si es así, será el momento de observar y analizar qué tipo de equipo ha construido el nuevo presidente. Si se rodea de los mejores, como apuntan buena parte de los nombres barajados, tendremos un nuevo signo positivo acerca del tipo de presidencia que nos aguarda: ya se ha escrito, entre los profetas optimistas, que Obama será un gran presidente. (Para Estados Unidos, naturalmente. Algo que suele ser también bueno para el conjunto del planeta). Lo malo son los presidentes que se rodean de mediocres y arribistas, o de gente a la que pueden dominar y puentear. Es decir, los presidentes que prefieren la mediocridad y la sumisión a la inteligencia y la rebeldía. No daré nombres ni miraré a nadie.