Lluís Bassets
Barack Obama asegura en su libro ‘La audacia de la esperanza’ que los republicanos debieran haber fabricado un Clinton conservador, y llega incluso a expresar su esperanza de que pronto emerja una figura de tal tipo en sus filas, alguien que abandone "el absolutismo del mercado libre, la ideología que rechaza todo impuesto, toda regulación, cualquier red de protección, en resumen ningún gobierno que vaya algo más lejos de lo que se requiere para proteger la propiedad privada y proporcionar la defensa nacional". La candidatura de McCain y, sobre todo, el protagonismo que ha tomado su socia de candidatura, la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, demuestran que las cosas van en dirección contraria en el Partido Republicano. El tropismo político de la época todavía les conduce a desplazarse más a la derecha.
Hasta tal punto es así y estaba equivocado Obama que este desplazamiento y el consiguiente abandono del centro político es lo que probablemente le proporcionará la victoria al senador demócrata por Illinois. Visto el fracaso estrepitoso de Bush, quienes se lo inventaron y le han apoyado y ayudado a gobernar estos años, los neocons, no han imaginado mejor jugada que evitar una candidatura republicana centrada. McCain podía haber jugado este papel; él mismo pudo ser en algún momento el Clinton republicano. Para evitarlo echaron mano de la señora Palin, tal como documenta esta semana con abundancia de detalles la periodista Jane Mayer en The New Yorker.
Es evidente el daño que ha producido la señora Palin a la candidatura de McCain. Le ha desactivado todo un puñado de argumentos y lo que ha aportado, en cambio, no suma votos ni ayuda a recoger voto centrista sino todo lo contrario. Su inexperiencia en política internacional le impide a McCain criticar la de Obama. Su clientelismo parlamentaria constituye un contraejemplo de lo que el propio McCain ha convertido en su caballo de batalla. Finalmente, sus relaciones con el pentecostalismo desactivan también las denuncias contra Obama por sus relaciones con el pastor Wright y su iglesia de la liberación afromaericana. Este último asunto proporciona un perfil ideológico de la señora Palin cada vez más inconveniente a los ojos del republicanismo moderado.
La rama del pentecostalismo a la que pertenece Palin realiza prácticas que están muy cerca de los exorcismos, además de creer en los milagros y el don de lenguas, entre otros exotismos. La especialidad de la casa son las guerras espirituales, en las que hay que vencer al diablo, localizado en determinadas zonas geográficas, mediante la oración y las ceremonias carismáticas. Hay vídeos en youtube en los que se puede encontrar a la gobernadora de Alaska enzarzada en tales ceremonias, a cargo nada menos que de un pastor negro de Kenia, curiosamente la patria del padre de Obama.
Hay seguidores de estas iglesias que consideran Alaska como la reserva geográfica donde deben acumularse las fuerzas del bien para la contraofensiva en la guerra maniquea que se libra con el diablo. A pesar de tanta espiritualidad desbordada e inquietante, la señora Palin es de carne y hueso y ambiciosa como ella sola. Todos estos movimientos no sirven ni buscan, según algunas teorías, ayudar a McCain sino hacerse con las riendas del partido republicano para presentarse en el 2012 como candidata a la presidencia.