Lluís Bassets
El calvario sigue y sigue. La encuesta que publica hoy el Washington Post -con las excelentes noticias para Obama que son los diez puntos de ventaja que le da respecto a McCain- anota una nueva caída en el prestigio de Bush, cuyo suelo de aprobación es ya del 23 por ciento, a solo un punto del porcentaje alcanzado por el presidente más desprestigiado desde que hay sondeos, que fue Harry Truman. El Plan Paulson, de impulso presidencial, para salvar las hipotecas tóxicas acaba de recibir una desautorización del Reino Unido y de los países del euro, que han optado por otro plan mucho más ambicioso, inteligente y esperemos que eficaz, que cuadruplica en liquidez al americano y llevará a Estados Unidos a seguirlo e imitarlo en una nueva demostración de pérdida de liderazgo. Finalmente, para rematar la faena en una jornada aciaga para la Casa Blanca neocon, la Academia Sueca de las Ciencias ha adjudicado el Nobel de Economía a Paul Krugman, uno de los mayores críticos de la política económica de George W. Bush. Malas noticias para Bush, buena, excelente para El País y para quienes trabajamos aquí, pues el nuevo Nobel de Economía está entre nuestros columnistas habituales (como lo está el de 2001 y también crítico con Bush, Joseph Stiglitz).
Empecemos por la encuesta: la evolución del grado de aprobación de Bush no puede ser más clara. A excepción del año 2006 en que consiguió mantener respecto a 2005 un 46 por ciento de aprobación de su desempeño como presidente, en todos los otros años ha ido descendiendo en la opinión que tienen los norteamericanos de su competencia. El momento más alto fue ahora siete años, en octubre de 2001, cuando un 90 por ciento de los norteamericanos valoraban positivamente su trabajo; y desde entonces todo ha ido a peor. A este presidente incluso cuando las cosas le salen bien terminan acabando mal. En su final de mandato está deslizándose hacia políticas multilateralistas e intervencionistas, más propias de un demócrata que de un republicano, y ahí está su forma de resolver la crisis financiera y su cambio de actitud con Corea del Norte. McCain queda ahora a su derecha. Es fácil prever que el mes próximo habrá perdido apoyos incluso entre los pocos republicanos que le apoyan todavía.
Lo mismo le está sucediendo con el TARP (Trouble Assets Relief Program), las divertidas y extrañas siglas del plan Paulson de rescate de las hipotecas malditas. Su última actuación, la aprobación del plan de rescate hipotecario, además de pasar un calvario con una votación repetida en la Cámara de Representantes, se ha visto a su vez intoxicada por la multiplicidad de intereses que hubo que cebar para obtener los votos sobre todo republicanos: hubo que quitar impuestos al ron de las islas Vírgenes o a los arcos y flechas de madera, entre muchas otras nimiedades. Al final, es un plan que no contenta a nadie y que se ha visto superado y contestado ni más ni menos que por los europeos, esos socios a los que los neocon tienen tanta inquina. Paulson quería comprar las hipotecas tóxicas para intentar levantarlas en el mercado. Para ello habilitó ese paquete de 700.000 millones de dólares, con toda la pinta de ir dirigidos directamente a los bolsillos de los responsables del desastre.
El primer ministro británico Gordon Brown, en cambio, ha puesto en marcha y luego ha propuesto a sus socios europeos un programa de seminacionalización de los bancos en dificultades, además de asegurar el mercado interbancario para dar liquidez al sistema. Brown se hallaba también en horas bajas políticas y ahora en cambio es posible que salga airoso de esta complicada maniobra. Los países del euro deben estarle agradecidos, porque la anterior iniciativa, patrocinada por Sarkozy a propuesta de Holanda, era una vulgar imitación del Plan de Paulson, mientras que ésta de ahora permite salvar a los bancos en dificultades, controlarlos si es preciso, garantizar que vuelven a poner dinero a disposición de las familias y de las pymes, y hacerlo además de forma coordinada pero autónoma por parte de cada país.
Quien mejor ha contado cómo ha prosperado el Plan de Brown es precisamente el nuevo Nobel de economía, en su artículo de ayer en el New York Times, que hoy publica El País, donde nos enteramos de que Bernanke quería hacer lo mismo que Brown, pero Paulson no quiso ir tan lejos por prejuicios ideológicos. El plan que ha puesto en marcha Zapatero está en perfecta sintonía, sin necesidad de entrar en las seminacionalizaciones pero perfectamente preparado para ello si fuera preciso. Por cierto: el PP español parece regodearse en una ceguera política similar a la del partido republicano cuando se trata de enfrentar la crisis. La obsesión ideológica y partidista puede más que el pragmatismo y el interés general.
Conclusión: pequeñas buenas noticias en mitad de una tempestad que todavía no ha terminado. Veámoslas. Europa tiene una fuerza enorme cuando trabaja unida. El multilateralismo ha regresado también gracias a la crisis. Estados Unidos no puede salir de ella en solitario. Nadie puede hacerlo. La perspectiva de una gobernanza económica mundial empieza a tomar cuerpo. Para celebrarlas, entremos en el blog de Krugman, donde se le puede felicitar por el premio y ampliar a la vez la lectura de sus artículos con sus anotaciones diarias. Se llama ‘La conciencia de un liberal’, magnífica síntesis de cómo debe funcionar la economía que sustituya a este capitalismo financiero recién fallecido: el mercado debe funcionar con libertad y con conciencia; y esa libertad liberal debe ser como la entienden los americanos: en Europa recibe el nombre de izquierda. Y quizás este premio sirva para que liberal vuelva a significar lo mismo en las dos orillas del Atlántico.
P.S.- En El País ayer teníamos motivos de satisfacción de sobras. Juan José Millás, otro escritor y columnista de nuestra variada cuadra, obtuvo el Premio Nacional de Narrativa por su novela ‘El Mundo’. Juanjo está más cerca que Krugman y se lo podemos decir aquí mismo: ¡Enhorabuena!