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En defensa de Naciones Unidas

Por 20 de enero de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

Bush declaró que era una organización irrelevante. Mandó a un embajador, John Bolton, con el explícito propósito de cortarle las alas: sobran diez pisos del edificio de Nueva York, dijo. Boicoteó a conciencia la reforma de sus instituciones, no fuera caso de que consiguiera adaptarse a las necesidades de la nueva distribución de poder en el mundo. Manipuló inútilmente a su Consejo de Seguridad para demostrar lo que tenía imposible demostración: que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva preparadas para utilizar inmediatamente contra sus enemigos. Desprestigió luego cuanto pudo a Kofi Anan y promovió al candidato que menos susceptibilidades despertara entre esos círculos de sus amigos neocons temerosos del gobierno mundial opresor y antiamericano. A pesar de todo ello, a pesar de la severidad de los golpes que el terrorismo iraquí y el terremoto caribeño han propinado a la organización, ahí están las pobres y voluntariosas Naciones Unidas, en pie de paz, con sus cascos azules y su retórica humanitaria, preparadas para recibir de nuevo y como siempre las críticas y el desprecio de unos y otros, hasta convertirse en culpables de todo y de cualquier cosa: de que no haya autoridad en Haití y de que la que haya sea la norteamericana.
A quien hace lo que puede no se le puede pedir más. Pero esto no parece contar en este caso. Y, sin embargo, Naciones Unidas son un buen reflejo de cómo está el mundo, de cómo están los países y de cómo estamos los humanos. Si criticar su acción más que insuficiente y más que precaria e incluso inútil es criticarnos, critiquémonos todos. Pero por favor, que no sirva esto para cantar las excelencias de un mundo sin timón y por tanto sin rumbo; ni para dar más voz a los chantres del unilateralismo, de la ley del más fuerte y de una correlación de fuerzas que siempre da la razón a los mismos. Esas Naciones Unidas imperfectas, siempre de luto por la gran cantidad de excelentes servidores que ha ido dejando bajo las ruinas de sus cuarteles generales derruidos, son lo único que tenemos, quizás lo mejor que tenemos, aunque sea tan poco. Cuando contemplamos esos espectáculos de desbordamiento que reclaman un mundo gobernado, con una autoridad consensuada por todos que haga respetar las reglas, pensemos que lo que hay que defender y salvar es Naciones Unidas. Sus fracasos, el de Copenhague y el de Haití sin ir más lejos, no son más que un clamor para que el mundo multipolar sea también un mundo donde rijan acuerdos y reglas multilatetarales, un mundo gobernado. Por las instituciones de Naciones Unidas. Reformémoslas ya. Reforzémoslas. No hay otras. No tenemos otras.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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