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El naufragio mediterráneo de Sarkozy

Por 7 de febrero de 2011 Sin comentarios

Lluís Bassets

Es un fracaso largamente incubado. Desde su concepción durante la presidencia francesa de la Unión Europea, en el segundo semestre de 2008. Recordemos: frenar el ingreso de Turquía en la UE; equilibrar el peso de Alemania; recuperar el protagonismo que había quedado en mano de España con el Proceso de Barcelona; y, sobre todo, dorar los laureles del joven Jefe del Estado recién elegido (mayo de 2007).

Sarkozy celebró la primera cumbre de la Unión para el Mediterráneo, con Mubarak de copresidente, en París, el 13 de julio de 2008, en los días gloriosos de la presidencia europea. Pero luego todo ha ido llegando tarde y mal. Se aprobó la instalación de la secretaría en Barcelona y se nombró a un diplomático jordano, Ahmad Masadeh, como secretario general. Pero no se celebró la cumbre bianual durante la presidencia española de la UE en el primer semestre de 2010. Y fue suspendida de nuevo e indefinidamente después de que se intentara celebrar en noviembre.
La copresidencia, reglamentariamente en manos de un país de la orilla norte y otro de la sur, Francia y Egipto en la primera rotación, terminaba en 2010 con la segunda conferencia, dos años después de su constitución, sin que se hubiera previsto la prórroga o la repetición. Ahora podemos optar: o está vacante o, peor todavía, se la asignamos todavía a Mubarak. Si se tiene en cuenta que el secretario general también ha dimitido el pasado 26 de noviembre, por oscuras e inexplicadas razones, veremos que la UpM es un pollo sin cabeza. Y sin alas: el único proyecto listo, sobre los recursos hídricos, no llegó a buen puerto por una discusión incomprensible entre árabes e israelíes sobre si había que mencionar a los ?territorios ocupados? o a los ?territorios bajo ocupación? al hablar de Cisjordania.
Este es el balance de los dos años y medio de UpM, cuando estalla la revolución democrática árabe. Unas instalaciones barcelonesas, 43 banderas frente a Pedralbes y una veintena de funcionarios sin jefes. Y nada más: ni rumbo ni destino. Ahora Sarkozy está en otras cosas. En las dimensiones mundiales de la presidencia del G20. Pero que esté en otras cosas no significa que reconozca su fracaso. Al contrario: el viernes pasado todavía osó decir que ?ante la situación en Egipto, no sólo la Unión por el Mediterráneo es necesaria, sino que es indispensable?.
Francia tiene a un presidente que ha naufragado con la UpM y a una ministra de Exteriores, Michèle Alliot-Marie, quemada por sus relaciones con el clan cleptócrata que estaba en el poder en Túnez. El juego ha quedado ahora descubierto. Y quien ha puesto las cartas boca arriba han sido los ciudadanos árabes sometidos a dictaduras que reclaman sus plenos y legítimos derechos civiles. Si no se avanzaba era por una razón muy sencilla. Porque no había argumentos suficientemente convincentes para los socios del sur, que no eran los pueblos sino los dictadores. Querían más dinero. También por esta razón se ha ido Masadeh.
El Proceso de Barcelona, que Sarkozy quiso corregir y controlar, era más ambicioso, incluso en exceso. Su mayor objetivo era alcanzar una zona de libre comercio para la zona mediterránea en 2010. Tenía también un capítulo dedicado a cooperación política y seguridad, con especial énfasis en los derechos humanos. A pesar de su lenta dinámica, era lo más parecido a la Conferencia de Helsinki, celebrada en 1975, en la que los disidentes de los países comunistas encontraron una referencia donde apoyar sus exigencias de libertad. Sus acuerdos impulsaron las revoluciones de 1989. Nada parecido ha conseguido Europa en relación a los países árabes. Pudo serlo el Proceso de Barcelona. Pero no lo ha sido la UpM, concebida como unión de proyectos en la que no se habla de política. Si estamos a tiempo, debiéramos convertir la UpM en una unión para la democracia y la libertad en todo el Mediterráneo.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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