Lluís Bassets
Lo peor es que no quiere reconocer que no son las ideas de su juventud las que le repugnan, sino la pasión y el entusiasmo con que las defendía.
Su castigo: ya no tiene pasión ni entusiasmo ni siquiera para atacar sus propias ideas juveniles.
Hay que tener paciencia y comprensión con esos achaques. Sólo hay otros peores todavía: los ataques de integridad y de congruencia.