Lluís Bassets
Los mundos de la política y del corazón tienen raras intersecciones. Raras por lo peculiares y curiosas, no por infrecuentes. Hay una intersección casi institucional en las monarquías: la antidemocrática regla de convertir a alguien en Jefe del Estado por el mero hecho de haber sido engendrado por quien deja vacante el trono convierte la cama y el foro político en espacios idénticos. Algunos presidentes saben jugar bien sus cartas y sus afinidades para convertirse en sombras miméticas de los monarcas: ahí está Sarkozy como ejemplo sublime y Berlusconi como carnavalesca inversión de la dignidad monárquica. En el de Estados Unidos, gracias a su potestad imperial, crónica rosa y crónica política son también idénticas. Y si no que se lo pregunten a Bill Clinton.
Pero donde el fenómeno adquiere tintes más interesantes no es precisamente en las cúspides del poder, sino en sus aledaños, donde a veces surgen políticos especiales, vocacionalmente abocados a la mezcla de cama y foro, propensos a expansiones públicas sobre su vida privada y a mezclas explosivas entre sus intereses particulares y los intereses generales. Son los niños mimados de la televisión y de sus tertulias, y en algunos casos incluso participantes activos y exitosos. Airean sus divorcios con la misma facilidad que sus creencias y se les nota mucho más cómodos haciendo vidas de famosos que de representantes de la soberanía popular. `
En un momento de divorcio entre gobernantes y gobernados, de creciente desafección por la política y de quiebra de las ideologías y de los valores, estos personajes aparecen como los más cercanos, los únicos capaces de suscitar afectos de sus conciudadanos y, en cualquiera de los casos, los que parecen gozar de mayor libertad para hablar con claridad y contar lo que piensan y sienten. Pero si alguien creyera que son portadores de alguna nueva idea y de alguna alternativa útil estaría equivocado. El aura que les rodea es vieja como la idea de democracia en la antigua Grecia, aunque aparezcan ahora electrizando a las masas gracias a las tecnologías digitales. Son los demagogos de siempre y los populistas de nuestros días.