Lluís Bassets
Nicolas Sarkozy es un decidido socialdemócrata, Robert Zoellick se ha convertido al multilateralismo, Gordon Brown y George W. Bush son los nuevos paladines de la nacionalización de la banca y el chiste del día es que Washington es la capital de la Unión de Estados Socialistas de Norteamérica. Si escuchamos la COPE y a algunos dirigentes del PP se diría que acaba de nacer un nuevo partido anticapitalista, que denuncia la traición de Zapatero y del PSOE porque se han aliado con la oligarquía financiera. ¿Qué nos queda por ver a lo largo de esta crisis?
Una crisis es como el carnaval: durante los días de su celebración se invierten los términos de la normalidad, lo que estaba arriba pasa abajo y viceversa. Aunque con algunas diferencias realmente relevantes. El carnaval tiene una duración limitada y la propia trasgresión está reglamentada y pautada; es una excepción, un momento de subversión que termina con el regreso a la normalidad y a la jerarquía de siempre. Una crisis, en cambio, ni sabemos cuánto dura, ni hasta dónde llega, y lo único que podemos percibir es que el día después nada volverá a ser como antes. En el carnaval hay simulacro y representación. En la crisis, bien al contrario, nos damos de bruces con la realidad: es un momento de autenticidad y de regreso a la dureza de la vida.
En realidad, la prosperidad que acaba de estallar ha sido un carnaval que parecía no tener fin y la crisis es el estallido de la burbuja festiva, el momento final en que todo ha terminado y sólo quedan las botellas vacías, los cristales rotos y el confetti esparcido por los suelos. Los historiadores de las crisis nos lo han contado muchas veces, pero es parte de la naturaleza humana olvidarlo también una vez tras otra. Galbraith, por ejemplo, cuyo libro ‘El crash del 1929′ llevo conmigo en la cartera desde hace bastantes días, describe el momento del boom, como una "escapada en masa al mundo de lo irreal, componente fundamental de la verdadera orgía especulativa", una situación en la que no se escuchan las advertencias y las admoniciones para aterrizar de nuevo en la realidad. "Había llegado el momento en que, como en todos los períodos de especulación, los hombres buscaban, no los que los devolviese a la realidad de las cosas, sino las oportunas excusas para salir corriendo hacia el nuevo mundo de la fantasía".
Ahora, en cambio, ante las quiebras de bancos y aseguradoras, la paralización del sistema financiero, los desplomes de la bolsa, el encogimiento de los patrimonios, las pensiones y los ahorros, todas las soluciones están autorizadas. Así es la dura realidad, demoledora de todos los prejuicios. Y esto no ha hecho más que empezar. Sabemos que la crisis está ya llegando a la economía productiva, a los puestos de trabajo que se esfuman y al consumo que se paraliza, pero todavía no ha desplegado sus negras alas en toda su visible envergadura. De ahí que sea urgente la acción: ya no hay dogmas sobre el incremento del gasto público, el endeudamiento, el incremento de ciertos impuestos, la nacionalización de la banca, o el mayor dirigismo de la economía desde los gobiernos que hayamos visto desde 1989.
Exenciones fiscales para quienes creen puestos de trabajo, autorización para retirar sin penalización parte de los fondos de pensiones, eliminación del impuesto de la renta a quienes cobran del paro, avales de 50.000 millones dólares para los fabricantes de coches, préstamos especiales para las ciudades y los estados con dificultades fiscales, moratoria de 90 días para las hipotecas impagadas, aplazamiento de los desahucios… Esta es la lista de Barack Obama para la crisis. Propone a Bush que aplique estas medidas ahora mismo, como complemento al Plan de Paulson y a la seminacionalización de la banca. McCain ha hecho la suya, no muy distinta en algunos puntos, y valorada en casi 53.000 millones de dólares, pero con una desventaja notable: todo el mundo sabe que ya no puede distanciarse de los dogmas ahora inutilizados que han guiado su entera vida política y que están en parte en el origen de todo esto. Con poco Gobierno, menos impuestos y desregulación económica poca cosa se puede hacer en estas elecciones y en la época nueva que ahora va a empezar. El carnaval de la crisis ha devuelto a McCain su condición de maverick perdedor.