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Buscando buenos titulares desesperadamente

Por 22 de noviembre de 2010 Sin comentarios

Lluís Bassets

A falta de buenas noticias, o mejor dicho, vista la abundancia de las malas, hay que espabilarse para tratar de fabricar titulares que alivien un poco la angustia del momento. Aunque sean exagerados o directamente falsos. A ello se dedican buena parte de las energías de los gobiernos y las instituciones internacionales, tratando así de disimular el estado de desgobierno, por no decir de malgobierno, en que se encuentra el planeta. Estados Unidos y Europa son quienes están más ocupados en estas dudosas maniobras de otoño, mientras los emergentes se hallan ocupados en sus cosas, es decir, en crecer, adquirir fuerza y protagonismo económico y político y asentarse como actores decisivos en el nuevo tablero global.

El mejor ejemplo de esta desesperada marcha en pos de los titulares nos la proporcionan las tres cumbres celebradas en Lisboa esta pasada semana: la de los 28 socios de la Alianza Atlántica, la del Consejo OTAN-Rusia y la de Estados Unidos con la Unión Europea. La fábrica de novedades nos ha dicho que en estas reuniones, obviamente todas ellas históricas, la Alianza Atlántica se ha dotado de una nueva estrategia para el siglo XXI; se ha cerrado definitivamente la guerra fría o cuando menos los peligros de que se reanudara; Rusia ha quedado finalmente incorporada a la estructura de cooperación atlántica; y europeos, americanos y rusos han decidido crear un escudo de defensa antimisiles atlántica y euroasiática, que tiene la vocación de blindar el hemisferio norte ante los peligros que puedan surgir de los pisos inferiores.
Verdades enteras y verdades a medias, deseos y realidades, exageraciones y meras evidencias se mezclan en todo este cúmulo de titulares producidos durante tres días, después de arduos esfuerzos preparatorios. Apenas ha pasado una semana de otra cumbre, la quinta del G20 ampliado en Seúl, que debía proporcionarnos buenas noticias sobre la gobernanza del mundo y lo único que nos ha dado son señales para la guerra mundial monetaria y comercial que se prepara, al decir de la gran mayoría de los economistas. Sobre la situación de las monedas, las disonancias entre las políticas económicas a ambas orillas del atlántico y la perentoria necesidad de un nuevo consenso mundial, Lisboa poco o nada nos ha proporcionado.
Todo lo que hemos sacado es la garantía de la continuidad de la OTAN, la organización que protagonizó la guerra fría y la ganó sin disparar ni una bala de pistola; la fijación de una fecha, 2014, para la retirada de Afganistán y la reafirmación de la principal misión que nos ha sido encomendada: amarrar a Rusia y evitar que se aleje de los países occidentales. La necesitamos por su energía, por su peso geopolítico en relación al Gran Oriente Próximo conflictivo y por su vecindad intimidante, sobre todo para los socios europeos que antaño estuvieron bajo la bota soviética. Estamos hablando de las dos primeras cumbres, porque la tercera, la que ha juntado a Washington con Bruselas, ha sido más un encuentro de cortesía por parte de Obama, para demostrar que el vínculo entre europeos y estadounidenses sigue tan fuerte como siempre a pesar de la pérdida de poder, interés, peso y vocación internacional del conjunto de la UE.
Cumbres políticas como éstas están pasando ya a segundo plano. Muy pronto desaparecerán de la escena informativa internacional. Sucederá lo mismo con los grandes conciliábulos europeos, cada vez más interesantes cuando tratan aspectos técnicos de la gobernanza económica, pero más incomprensibles y alejados de los ciudadanos cuando se dedican a unos temas políticos en los que no hay posibilidad alguna de consenso. El rescate de Irlanda y no el futuro de las relaciones transatlánticas es lo que les preocupaba a los europeos estos pasados días. Y saber si los anfitriones de las cumbres lisboetas son los siguientes en el turno de espera del cirujano de la crisis.

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Lluís Bassets

Lluís Bassets (Barcelona 1950) es periodista y ha ejercido la mayor parte de su vida profesional en el diario El País. Trabajó también en periódicos barceloneses, como Tele/eXpres y Diario de Barcelona, y en el semanario en lengua catalana El Món, que fundó y dirigió. Ha sido corresponsal en París y Bruselas y director de la edición catalana de El País. Actualmente es director adjunto al cargo de las páginas de Opinión de la misma publicación. Escribe una columna semanal en las páginas de Internacional y diariamente en el blog que mantiene abierto en el portal digital elpais.com.  

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