Lluís Bassets
Recomiendo vivamente la lectura de las 63 preguntas que debe responder cualquier persona que pretenda trabajar como alto cargo en la Casa Blanca de Obama antes de recibir la oferta en firme. El interrogatorio por escrito al que deben someterse los candidatos es de una exhaustividad y minuciosidad rayanas en el proceso inquisitorial, hasta el punto de que no me extrañaría que muchos candidatos perfectamente capaces y preparados desistan sólo para evitar la humillación de una confesión que entra en detalles personales e íntimos. La experiencia de muchos escándalos recientes revela que toda preocupación es poca por parte del presidente del país más poderoso del mundo a la hora de evitar las dificultades. Pero el cuestionario siembra muchas dudas sobre el futuro de la actividad política y aún más sobre la posibilidad de que ciudadanos normales se decidan a comprometerse cuando se ven obligados a pagar un precio tan alto en pérdida de libertad e intimidad.
La aplicación del cuestionario ha ahuyentado a los lobbistas y ha creado un muro de dificultades para muchas personas con una actitud ambigua en su condición de políticos o funcionarios, pero no tengo duda alguna de que significa un salto cualitativo en el control de los individuos, por más que se haya concebido como una acción defensiva ante el eventual control y acoso de los medios conservadores. Responder al cuestionario es como hacer una especie de revisión y confesión general sobre la propia vida y la de los familiares más próximos, en relación a todo lo bueno y lo malo, los delitos y las faltas, propiedades y negocios, salud y carrera profesional, inversiones y deudas, préstamos e hipotecas, servicio doméstico y pensiones alimenticias, amores y amistades, publicaciones y conferencias, pleitos y juicios, sanciones y multas, regalos recibidos e incluso correspondencia privada.
Hay algunas preguntas realmente embarazosas, como la que lleva el número 8, por ejemplo: "describa brevemente las cuestiones más controvertidas en las que se haya encontrado a lo largo de su carrera". Se pregunta si alguna comunicación electrónica (e mails, sms…) "puede sugerir un conflicto de intereses o puede ser origen de dificultades para usted, su familia o el presidente electo en caso de ser publicada"; en tal caso, "descríbala por favor", se añade. Si alguien mantiene un diario, debe hacer examen de conciencia para saber si hay algún contenido conflictivo, y en tal caso debe revelarlo.
El cuestionario marca la frontera donde debe empezar la transparencia en una cantidad de dinero. Los regalos de más de 50 dólares de valor y las multas de menos de 50 dólares no deben declararse. A partir de esta cantidad, que no llega a nuestros 40 euros, empieza el pecado que puede manchar al alto cargo, a su familia o al presidente electo. La inquisición definitiva y culminante es la última, la que lleva el número 63: "Por favor, suministre cualquier otra información, incluyendo información sobre otros miembros de su familia, que pueda sugerir un conflicto de intereses o sea una fuente de dificultades para usted, su familia o el presidente electo".