
Eder. Óleo de Irene Gracia
Juan Pablo Meneses
El gran misterio de la literatura tiene nombre: El lector. Esa máquina única que traga un libro igual a miles, y lo convierte en único. El lector siempre está presente en el trabajo de un autor. Y siempre está ausente.
Desde que publiqué "Niños futbolistas" hace un par de meses, he recibido reacciones, opiniones y comentarios. Sin embargo, una de las cosas que más me ha sorprendido, fueron los correos electrónicos que me mandaron -casi el mismo día- dos lectores.
El lector 1 fue José Diez, entrenador de fútbol de menores en un club de Madrid, el C.D. Canillas. José me decía que con el libro había descubierto una realidad que ignoraba, y que había que hacer algo: un centro de ayuda, una ONG, algo para ir en rescate de estos muchachos.
El lector 2 fue Oscar Salvado, director de Icroms, una empresa de Barcelona dedicada a comercializar productos digitales del F.C.Barcelona, quien me dijo que con el libro había descubierto una realidad que ignoraba, y que había que hacer algo: una oficina de fichajes virtuales, una plataforma para que los niños de Latinoamérica suban sus videos, algún buen negocio.
Ahí entendí que "Niños futbolistas", que yo quería fuera un libro de viajes, podía ser leído como una fuerte denuncia del actual sistema de fichaje de menores y, al mismo tiempo, como un manual de los pasos que se deben seguir para comprar un chico tercermundista y venderlo a Europa. Como siempre, dan lo mismo tus esfuerzos.
El lector será siempre quien se encargue de terminar lo que uno escribe.
@menesesportatil