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Lecciones de un viejo editor: una película que cautiva en Estados Unidos

Por 31 de diciembre de 2022 enero 3rd, 2023 Sin comentarios

Robert Caro y Robert Gottlieb en 1974

Josep Massot

Es la última película de 2022 estrenada comercialmente en Estados Unidos y no ha dejado de recibir reseñas entusiastas desde su pase en el festival de Tribeca. No hay acción, ni misterio, ni celebrities del espectáculo, ni tampoco denuncia de dramas sociales o corrupciones políticas. Simplemente es un documental de casi dos horas sobre un ensayista de 87 años que sigue tecleando en su vieja máquina de escribir Smith Corona Electra, y un editor de 91 años que considera una cuestión de honor batallar por un punto y coma. Eso sí, el éxito del film no se explicaría si el ensayista no se llamara Robert Caro y el editor, Robert Gottlieb.

    Se conocieron cuando Caro, antiguo reportero de Newsday, estaba escribiendo The Power Broker, un demoledor retrato del todopoderoso Robert Moses, el urbanista que dio forma al Nueva York de después de la Gran Depresión, pero también una desoladora descripción de los estragos que la reforma urbanística ocasionó entre la población y una cruda incursión en los entresijos del poder real que ha fascinado a políticos como Bill Clinton o Barack Obama. Por algo Caro alternó sus más de 500 entrevistas realizadas y la consulta de una ingente documentación con la lectura de Tolstoi y Edward Gibbon.

    En el documental, filmado por la hija del editor, Lizzie, Turn Every Page: The Adventures of Robert Caro and Robert Gottlieb, se recuerda que cuando en 1974 Caro entregó su mecanuscrito a la editorial Knopf, Gottlieb se llevó las manos a la cabeza. El texto superaba el millón de palabras, imposible de albergarlas en un solo tomo. «Puedo vender a Moses una vez, pero no dos veces», le dijo el editor. Y juntos se pusieron a suprimir 350.000 palabras. Gottlieb fue responsable de The New Yorker y ha editado más de 600 libros al frente de Simon & Schuster y de Knopf. Entre sus autores, Cheever, Lessing, Heller, Rushdie, Morrison, Ozick, Edna O’Brien, Dylan o Le Carré. Apasionado del ballet y aficionado a coleccionar bolsos de plástico Lucite, se declara lector antes que editor. Primero lee el manuscrito sin tomar notas. Luego hace una segunda lectura, ya lápiz en mano y, aún una tercera. Detecta aquellos pasajes que han interrumpido desagradablemente su experiencia de lector y trata de hacérselos ver al autor. Lo hace de la manera menos intrusiva posible, porque su primer consejo es que el editor ha de ser un maestro de la empatía: de lo que se trata es de mejorar la obra tal como es el autor, no como al editor le gustaría que fuera. Y entonces se entabla un batalla que puede ser épica para dilucidar quién tiene razón. «No somos amigos, es mi editor», bromea Caro. «En un grumo de arcilla es capaz de ver una escultura», le elogia Clinton.

 Si en The Power Broker, Gottlieb le hizo suprimir 350.000 palabras, la nueva obra de Caro, la biografía de Lyndon B. Johnson, ya va por cuatro volúmenes, a una media de diez años cada uno. «Revisa cada página, cada maldita página», le había exigido el redactor jefe de sus días de reportero ante el material documental que iba descubriendo en sus investigaciones. Entonces tenía fama de ser uno de los escritores más rápidos de la Redacción. Después aprendió a saborear la lentitud. Caro se hizo tan minucioso que residió varios años en un destartalado condado de Texas para entender la mente de Johnson, a pesar de las quejas de su mujer: «cielos, podías haber elegido escribir la biografía de Napoleón». Ahora planea viajar a Vietnam para el quinto y definitivo tomo de su mastodóntica biografía. Y aquí Gottlieb ofrece otra lección desatendida por demasiados editores: nunca presiones al autor, reclamándole una y otra vez cuándo tendrá listo el manuscrito.

La conjura de los necios

  Como todos los grandes de la edición, la autoridad moral de Gottlieb ha dado esa confianza de psicólogo que necesitan los escritores cuando envían su manuscrito y esperan anhelantes una respuesta. Unos reaccionan con un ego inflado (Roal Dahl) y otros (Morrison), con agradecimiento. Por supuesto, también atesora pifias como la de creer que La conjura de los necios de John Kennedy Toole sería un fracaso de ventas. En su correspondencia con el autor novel que le escribe desde el remoto sur se observa esa suficiencia del editor que se sabe en el centro del poder literario de Nueva York. Elogia la mayor parte de la obra, valora el humor y la creación de personajes inolvidables, pero cree que le falta un por qué, un significado, y que los hilos de la trama sean más fuertes y significativos todo el tiempo a fin de que la trama no se reduzca «a un divertimento que se resuelve de cualquier manera». Toole acepta sus consejos, aunque insiste: todos los personajes dicen algo auténtico de Nueva Orleans, son reales como individuos y como representantes de un grupo: «Bajo la irrrealidad de mi experiencia en Puerto Rico, este libro se convirtió en algo más real que lo que acontencía allí: empecé a hablar y a comportarme como Ignatius». Gottlieb le contesta: «Leeré, releeré, editaré, quizá publicaré, lidiaré con ello hasta que esté harto de mí», pero Toole decidió arrinconar su obra y se suicidó sin ver publicado uno de los grandes éxitos de la narrativa norteamericana y ganar el Pulizer, algo que no inmuta a Gottlieb, quien aún cree que hizo bien: «muchos años después lo volví a leer y puse las mismas objeciones y ya se sabe que pasa con los premios, que a veces los ganan libros malos».

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Josep Massot

Josep Massot nació en Palma en 1956. Tras estudiar Derecho en Barcelona, fue uno de los miembros fundadores en 1983 del diario El Día de Baleares. Desde 1987 trabajó en La Vanguardia, abandonando la información política para dedicarse al periodismo cultural, entendiendo la cultura en su sentido más amplio, no sólo la conexión de la literatura, pensamiento, cine, música y artes visuales y escénicas, sino también como herramienta crítica para interpretar la realidad del momento. Es autor de Joan Miró: El niño que hablaba con los árboles (Galaxia Gutenberg, 2018) y Joan Miró sota el franquisme, en la misma editorial (2021). También editó, con Ignacio Vidal-Folch, Jules Renard. Diario 1887-1990 (Random House Mondadori, 1998). Ha colaborado, entre otros, en las revistas Diagonal, L'Avenç y Magazine Littéraire y actualmente con el diario El País y JotDown.

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