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Eder. Óleo de Irene Gracia
José Saramago
Una irresistible y ya automática asociación de ideas me hace siempre recordar la Melancolía de Durero cuando pienso en la obra de Eduardo Lourenço. Si Solo de António Nobre es el libro más triste que alguna vez se haya escrito en Portugal, nos faltaba quien reflexionara y meditara sobre esa tristeza. Llegó Eduardo Lourenço y nos explicó quienes somos y porqué lo somos. Nos abrió los ojos, pero la luz era demasiado fuerte. Por eso, volvimos a cerrarlos.