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?No nos abandones?

Por 7 de enero de 2009 Sin comentarios

Eder. Óleo de Irene Gracia

José Saramago

Va el título en castellano porque así fue dicha la frase. Este escrito también podría llamarse ?Los silencios de Marcos?, lo que aclararía todo. La prosa de hoy se refiere al mítico, aunque muy real, subcomandante. A pocas personas ha admirado tanto en mi vida, de poquísimas he esperado tanto. Nunca lo he dicho por la simple razón de que estas cosas no se dicen, se sienten y por ahí se quedan. Cuestión de pudor, parece. Cuando los zapatistas salieron de la Selva Lacandona para llegar al Zócalo después de haber cruzado medio México, yo estaba allí, uno entre un millón. Conocí la exaltación, el pulsar de la esperanza en todo el cuerpo, la voluntad de mudar para convertirme en algo mejor, menos egoísta, más capaz de entrega. Marcos habló, nombró a todas las etnias de Chiapas, y para cada una fue como si las cenizas de millones de indios se hubiesen desprendido de los túmulos y otra vez reencarnado. No estoy haciendo literatura fácil, intento, inhábilmente, poner en palabras lo que ninguna palabra puede expresar: el instante en que lo humano se convierte en sobrehumano y, a la vez, regresa a su más extrema humanidad.
Al día siguiente, en el campus modesto de una facultad universitaria, hubo un acto público que reunió a varios miles de personas y ahí se habló del presente y del futuro de Chiapas, de la lucha ejemplar de las comunidades indias que soñaba ver extendida un día a toda América (tranquilícense los timoratos, no sucedió). En la tribuna estaban, entre otros, Carlos Monsivais, Elena Poniatowska, Manuel Vázquez Montalbán, yo mismo. Todos hablamos, pero lo que la gente quería era oír a Marcos. Su discurso fue breve, pero intenso, casi insoportable para el sistema emotivo de cada uno. Cuando todo terminó fui a abrazar a Marcos y entonces él me dijo a oído, con voz casi susurrada: ?No nos abandones?. Le respondí en el mismo tono: ?Tendría que abandonarme a mí mismo para que eso sucediera?. Desde entonces, nunca más lo he vuelto a ver.
Pensé, y lo dije, que Marcos debería haber hablado en el Congreso. Por decisión de la ?comandancia? intervino la comandante Esther, y lo hizo admirablemente. Conmovió a México entero, pero, repito, a mí entender, era Marcos quien debería haber hablado. El significado político de una intervención suya culminaría de manera más eficaz la marcha zapatista. Así pensaba y así sigo pensando. El tiempo ha pasado, el proceso revolucionario ha cambiado de rumbo, Marcos salió de la Selva Lacandona. Durante el último año Marcos ha guardado un silencio total, nos dejó huérfanos de aquellas palabras que solo él sabe decir o escribir. Sentimos su falta. En el día 1 hubo en Oventic un encuentro para celebrar y recordar el inicio de la revolución, la toma de San Cristóbal de las Casas, los altos y bajos de un camino difícil. Marcos no fue a Oventic, no mandó siquiera un mensaje, una palabra. No lo entendí y sigo sin entenderlo. Marcos, hace pocos días, anunció para el año que entra una nueva estrategia política. Ojalá, si la antigua ha perdido las virtudes. Ojalá, sobre todo, que no vuelva a callarse. ¿Con qué derecho lo digo? Con el simple derecho de quien no abandonó. Sí, de quien no abandonó.
      

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José Saramago

José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010) es uno de los escritores portugueses más conocidos y apreciados en el mundo entero. En España, a partir de la primera publicación de El año de la muerte de Ricardo Reis, en 1985, su trabajo literario recibió la mejor acogida de los lectores y de la crítica. Otros títulos importantes son Manual de pintura y caligrafía, Levantado del suelo, Memorial del convento, Casi un objeto, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa, El Evangelio según Jesucristo, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, La caverna, El hombre duplicado, Ensayo sobre la lucidez, Las intermitencias de la muerte, El viaje del elefante, Caín, Claraboya y Alabardas. Alfaguara ha publicado también Poesía completa, Cuadernos de Lanzarote I y II, Viaje a Portugal, el relato breve El cuento de la isla desconocida, el cuento infantil La flor más grande del mundo, el libro autobiográfico Las pequeñas memorias, El cuaderno, José Saramago en sus palabras, un repertorio de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita, El último cuaderno, Qué haréis con este libro. Teatro completo y El cuaderno del año del Nobel. Recibió el Premio Camoens y el Premio Nobel de Literatura.

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