
Eder. Óleo de Irene Gracia
Jorge Eduardo Benavides
Hablábamos la semana pasada de la estrategia de la novela. ¿Pero exactamente cómo se establece esta, qué significa? ¿Hay una estrategia para escribir «una» novela? No, no hay una estrategia única pues cada novela es distinta y lo que es bueno para una no necesariamente es bueno para la siguiente. Esto es una de las primeras cosas que descubre el novelista: que cada novela requiere esfuerzos distintos y estrategias distintas. Hay novelas que exigen documentación y rigor, como las novelas históricas o las muy especializadas en un tema. Hay otras novelas, de carácter intimista, por ejemplo, que requieren una indagación sincera acerca de nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. La estrategia empieza por una evaluación real de los plazos que nos fijamos para concluirla. Naturalmente, este aspecto que podría dividirse en tiempo de conclusión y etapas del proceso, no es rotundo ni taxativo: no puede ser un agobio que no nos permita disfrutar de la creación de la novela. Pero sí es bueno que nos propongamos cumplirlo porque de lo contrario es muy probable que no acabemos nunca, que abandonemos a la primera fatiga… y en la elaboración de una novela hay muchas.
En cuanto al segundo aspecto de la estrategia, creo que es bueno que imaginemos para nuestra novela una extensión aproximada. ¿Tendrá cien páginas? ¿Tendrá entre doscientas y trescientas páginas? ¿Más de cuatrocientas? Como en el caso anterior, esto no quiere decir que debamos cumplir con exactitud dicha extensión. Pero tener una idea aproximada nos permite regular los plazos de conclusión y también el esfuerzo que necesitamos para cumplir con ello. No es lo mismo salir a dar un paseo de quince minutos que hacer una caminata de cuatro horas. Saberlo nos puede ahorrar muchos disgustos.