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Lecturas sesgadas

Por 23 de febrero de 2010 Sin comentarios

Jorge Eduardo Benavides

 

Hace ya muchos años atrás, un conocido mío, profesor universitario en la Universidad de La Laguna, me mostró con indignación un artículo de Vargas Llosa (creo que se titulaba Isla Negra o hablaba de tal lugar, no recuerdo bien aquello pero sí que salió en El País) y señalándome párrafo a párrafo las pérfidas declaraciones del escritor, me espetó que con un artículo así quedaba claro que se trataba de un fascista, un defensor de los ricos y un agente de la CIA. Lo miré un momento perplejo porque por más que me esforcé en una lectura atentísima -bueno, estábamos en el mítico Búho Jazz Bar…- no lograba ver nada de lo que él me decía. Y sé perfectamente que Vargas Llosa genera polémica y que muchos lo acusan de lo mismo que decía este profesor, así como de otras cosas peores… si caben. Pero estaba hablando con un profesor universitario y no con uno de esos incendiarios más llenos de ruido y furia que de argumentos.

La cuestión para mí no es tanto el debate que podría originarse al respecto de las ideas de Vargas Llosa o no, sino la distancia sideral que había entre la lectura de aquel profesor y la mía. Sería fácil -y deslealmente ventajoso- explicar que mi «interpretación» de aquel artículo periodístico era la buena y la suya la equivocada pero no es por ahí por donde voy, pues a lo largo de los años me he encontrado con lecturas tan sesgadas sobre un asunto determinado que me pregunto si acaso yo mismo no la hago cuando se trata de según qué temas. A veces, cuando un inofensivo post en este espacio hace brotar ciertos comentarios me pregunto si la gente hace una lectura tan sesgada como para no entender el fructífero y saludable debate que puede generar una reflexión menos ardorosa y obnubilante del texto que tenemos entre manos, de la idea que nos proponen, del argumento que nos defienden. Vamos leyendo o escuchando aquello que contradice desde un principio lo que pensamos y el juicio se nos nubla: vemos ponzoñosas vetas escondidas entre los párrafos, silencios llenos de oprobio, distorsiones de todo tipo. Al final hemos hecho nuestra lectura, parcial, equivocada, llena de furia sacra. Recuerdo que unos compañeros de clase en mis lejanos años universitarios impugnaron a un profesor marxista porque «sabía mucho del tema pero no creía en él.» En realidad, lo que querían no era un profesor: querían un párraco.  Porque quizá escuchar las razones del otro exige de nosotros una atención que no estamos dispuestos a conceder, demasiado impacientes por explicar nuestras propias inaplazables razones en lugar de escuchar tantas pueriles tonterías. Y creo que a veces no es bueno cargarse demasiado de razón.           

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Jorge Eduardo Benavides

Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964), estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima. Trabajó como periodista radiofónico en la capital y en 1987 fue finalista en la bienal de relatos COPE (Lima); un año más tarde ganó el Premio de Cuentos José María Arguedas de la Federación Peruana de Escritores. En 1991 se trasladó a Tenerife, donde puso en marcha talleres literarios para diversas instituciones. Ha sido finalista del concurso de cuentos NH Hoteles del año 2000. Desde 2002 vive en Madrid donde continúa impartiendo sus talleres literarios. Su más reciente novela es La paz de los vencidos, galardonada con el XII Premio Novela Corta "Julio Ramón Ribeyro". Cursos presenciales en MadridJorge Eduardo Benavides imparte cursos presenciales en Madrid y ofrece un servicio de lectura y asesoría literaria y editorial. Más información en www.jorgeeduardobenavides.com http://www.cfnovelistas.com/ 

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