Joana Bonet
Dos, como siempre, de mediana edad ?como casi siempre? y con corbatas intercambiables han pugnado para alcanzar la presidencia de EE.UU. A diferencia de François Hollande, ?el hombre normal?, quien acaso por esa misma condición es incapaz de llevar recta una corbata que siempre se escora hacia la derecha, Obama y Romney han extremado la pulcritud: el primero opta por un nudo simple, también conocido como americano, mientras que Romney prefiere un medio windsor, aunque lo estrangule demasiado.
En la Universidad de Lynn, donde se celebró el último debate, investigaron la relevancia de las corbatas desde que Ford y Carter inauguraran el color en dicha tradición televisada. Y comprobaron que desde el 2000 han ganado las corbatas rojas a las azules (13-5). Los mismos tonos que han ido alternando Obama y Romney, por mucho que tengan una visión del mundo bien dispar. Y es reseñable que la puesta en escena de sus campañas haya tenido tanto en común hasta el detalle de que ambos llevan relojes Tag Heuer; una elección voluntaria cuando nada es casual en el ámbito de la telegenia política y el reinado del estilismo. La asimetría ideológica de los candidatos no ha querido corresponderse con el envoltorio. Y es que los nuevos códigos de imagen pública han virado hacia el conservadurismo, sin miedo a desdibujar al personaje. La moda electoral no admite riesgos: ?Usted no es la noticia, no debe llamar la atención?, señalan los expertos. Pero, cuando el miedo a no perder se impone al ansia de ganar de los candidatos, la fe en la política se resquebraja.
El elemento diferenciador de Obama es la camisa blanca sin corbata, y arremangada. Con ella puede defender las bodas gais y el aborto o la retirada de las tropas de Afganistán, sin que el lenguaje estético chirríe frente a sus principios. Romney, en cambio, la luce con corbata de rayas azules y blancas, fiel a sus tiempos de hombre de negocios y su vida straight de obispo mormón, sin té ni café; nudos excesivamente apretados para vestir declaraciones como: ?El 47% de los norteamericanos viven de las ayudas sociales. No votarán por nosotros. Mi trabajo es no ocuparme de ellos?.
Lejos han quedado los tiempos coloreados de personajes como Churchill y su elegancia british o el estilo preppy de JFK. Hoy sólo hay un código de imagen que valga: la contención, ahuyentando cualquier elogio de la diferencia y homologando de tal manera la imagen que incluso aquel primer Obama con aires revolucionarios ha moderado su porte para rebajar la arrogancia. Aunque en esto se le ha adelantado Artur Mas, todo ha sido no quitarse las gafas y ya ven adónde ha llegado.
(La Vanguardia)