Joana Bonet
Son jóvenes y han sofisticado su hiyab al estilo de un turbante grueso que las hace más exóticas, como si debajo escondieran un recogido de efecto similar a lo que aquí se llamaba la toga: enroscar la melena para alisarla. Las observo en las tiendas y en los museos de Londres, también cómo son observadas. Se maquillan las cejas y dejan a su paso una estela olfativa que evoca a Las mil y una noches. Maquillarse y perfumarse son algunos de los pecados que condena el Daesh, pero ellas, que lucen sus fashion hiyabs despachando ropa en Harrod?s, hacen gala de una identidad mixta: europea y musulmana. Para muchos no es fácil de aceptar, y a menudo tienen que explicarse. En Knightsbridge, el pasado domingo se mezclaban los turistas españoles del puente de la Constitución con los árabes ricos ?ellos con un maletín de Hermès, ellas luciendo bolsos de Chanel; ¿qué pensaría la mismísima Coco si viera cómo se cuelgan sus cadenas sobre los niqabs que cubren cuerpo y rostro, tan sólo dejan una ranura, igual que un barrote??. La realidad islámica se atraganta en un Occidente que cada vez defiende con más temblor la diversidad cultural, aunque en su credo no quepa otro principio que el de la libertad de culto. En Francia aúpa a la extrema derecha y en EE.UU. inspira a Trump un eslogan lanzado a mandíbula batiente: ?Moros, fuera?.
En Hyde Park, unas trescientas mujeres condenan la violencia en nombre del islam y conmemoran la trágica muerte del imán Husein, nieto de Mahoma y considerado el príncipe de los mártires, a manos de rigoristas. Las mujeres con velo-turbante negro paran a los extranjeros para explicarles que ellos están con nosotros, que son las víctimas principales del Daesh, Al-Qaeda o Boko Haram, y regalan una rosa blanca con un folleto a todo el que quiere escucharles.
Aseguran abominar de la fanática manipulación salafista que tergiversa el Corán y alcanza su éxtasis autodestruyéndose en nombre de Alá. Sus acciones bienintencionadas se repiten en los barrios y en las escuelas, la movilización de la sociedad civil para defender un Estado laico. Pero ¿por qué no se han convocado reuniones de urgencia de la Liga Árabe o de la Organización de la Conferencia Islámica? Y ¿por qué se considera la amenaza yihadista como una guerra del islam contra Occidente, y no se tiene en cuenta que muchos países mayoritariamente musulmanes están siendo golpeados por el terror igual que nosotros? Francia y Rusia contraatacan y bombardean con la ayuda de sus aliados británicos o alemanes, mientras los otros se lo piensan, sin prisas. Pero esos otros también son ellos mismos, los que rezan en las mezquitas con un lirismo conmovedor.
(La Vanguardia)