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Estado burbuja

Por 9 de diciembre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Hay un placer sumiso en ­hacer estallar burbujas, porque son ilusiones que representan lo efímero. Glóbulos de aire que reventamos en los plásticos protectores, complacidos con su sonido similar al de despegar los labios. Otras se deshacen con la punta de la lengua cuando suben desde el fondo de la copa, bullendo. De jabón doméstico, higienizantes, o a lo Cleopatra, blancas como una fantasía nevada en agua caliente, evocan la alegría causada por una belleza fugaz. Las encontramos ya en la pintura flamenca del siglo XVII, y Chardin, Millais o Monet se entretuvieron dándoles forma en sus cuadros, al igual que Calderón y Machado en sus versos.

Burbujas que ya casi ni percibimos, pues la vista nublada por la Covid apenas permite espacio mental para lo minúsculo. ¿Se acuerdan de aquellas actrices y bailarinas caracterizadas de burbujitas doradas de cava? No ha habido mejor disfraz, tan festivo como ridículo, para sugerir un estado ingrávido. Hoy nos producirían pudor, y sería extraño que alguien se sintiera espumoso haciendo de burbuja. Porque en un arrojo de obediencia semántica, la sanidad pública nos ha cambiado el uso de la palabra.

Oigo decir a los invitados de una tertulia que pasarán sus Navidades en su burbuja social , tal como han recomendado las autoridades sanitarias. Burbujas de seis, que, si se aplica la norma, deben ser siempre los mismos. Sin cruces de saliva más allá del sexteto. Podemos transitar de dentro a fuera, pero imprimiendo soledad a nuestros hábitos. Nos vamos desmembrando de la multitud, ya no pertenecemos a ella, custodiados en nuestra burbuja profiláctica y reescribiendo los cálculos de la proxemia: el estudio entre la distancia íntima y la pública, que nunca había sido tan dilatada. La idea de cabaña se apropia con más fuerza que nunca de nuestro corazón abatido, tal vez porque trae ese aire de fantasía infantil, el goce seguro entre dentro y fuera.

Etéreas y delicadas, en su iridiscencia las burbujas tienen algo de hipnótico. Su simbolismo alude a lo pasajero que, al no tener consistencia sólida, puede estallar de forma imprevista en cualquier momento y desaparecer sin dejar rastro; pero también expresa la libertad total: ¿quién puede controlarlas? Sinónimo de solipsismo y frivolidad, ahora nos agarramos a su resignificación, conectada con la seguridad y la responsabilidad. Aunque lo esencial es que, a pesar de este gran cambio, el efecto Marangonisiga cumpliéndose y nuestras burbujas no se desvanezcan cuando por fin lleguemos a la superficie de una verdadera normalidad.

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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