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Escalera al cielo

Por 21 de diciembre de 2011 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Debo de tener cinco años. En la foto lloro mientras unos brazos me alzan hasta sentarme sobre un elefante. Apenas tengo recuerdos de esa edad, pero extrañamente conservo intacto el motivo de aquel llanto. La piel del elefante raspaba, tan sólo eso, el roce animal y la marca de un frío rugoso en mis muslos. Debió de ser mi primera tarde en el circo. A medida que fui creciendo supe que el mayor atractivo no se hallaba dentro de la carpa, que, en días ventosos, rodeaban hombres con elásticos negros que luchaban por asentarla. El mayor espectáculo consistía en pasearnos entre las roulottes. Ver dónde vivían la trapecista o el payaso. Atisbar tras las puertas casi siempre entreabiertas, los maillots de pedrería en el suelo, una revista de moda francesa, los zapatos de cristal. La vida nómada donde el trailer se adapta al cuerpo o viceversa. La leyenda de una gente educada en el desapego que viajaba de un lado a otro con la casa a cuestas y los músculos tan flexibles como sus zapatos.
La gente del circo ejerce de ilusionista apátrida y con sus malabares contagia la idea de que todo es posible, incluso andar al revés. Estas navidades he regresado al circo con mis hijas. Cinco generaciones de artistas en el Raluy. Jóvenes y mayores, rubios y asiáticos, acróbatas laureados que en el descanso venden bolsas de patatas, y princesas de Cachemira que cuando no actúan ayudan a sostener las cuerdas de la tramoya . No solo trabajan como una gran familia sino como una empresa en la que todos hacen de todo, los que han sido presentados como grandes estrellas del circo mundial se convierten al rato en operarios, aquella que antes vendía entradas, ahora es la misteriosa acompañante del fakir. En una ocasión leí que una trapecista mexicana, cuando tenía vacaciones, se iba de visita a los circos de los amigos. Ni pensar en una casa estable. En una vida newtoniana.
En el Raluy se habla catalán. En el Cirque du Soleil, un idioma inventado. El primero es casi una reliquia, con sus caravanas de época, el backstage del segundo cuenta con 275 empleados y una sala de máquinas que ni los Rolling Stones. Pero en ambos casos sólo importa un verbo: volar. Despegarse del suelo. En el último espectáculo de la compañía canadiense, todo el mundo vuela. Aros, pañuelos, hombres y mujeres, escaleras hacia el cielo que alcanzan alturas siderales. La misión es elevarse aunque no encuentro otra palabra más precisa que la catalana «enlairar-se». «El encuentro del arte virtual con lo extraño», así definen su último espectáculo, Zarkana. Cierto es que lo extraño ?lo raro, lo deforme, lo diferente? siempre ha tenido un gran papel en el circo, antaño representado por enanos, fieras o mujeres barbudas.
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Desde hace más de un siglo, el circo se ha visto en peligro de extinción, amenazado por una nueva y pujante cultura del ocio. Hoy, el sueño humano de volar ha sustituido la deformidad por la levedad. Pero no es sólo la superación de límites físicos lo que sorprende de estos artistas, sino cómo se ponen en la piel de los otros. En la era del empatía ?que por sí sola, y lo aclara bien Steven Pinker, no sirve para nada? los valores del trabajo bien hecho, un mayor afán de cooperación y solidaridad y unos horizontes compartidos son la base de nuestra supervivencia. Tony Judt escribía en El refugio de la memoria sobre la gente fronteriza y mostraba su gusto por los confines, por los lugares donde las lealtades y las afinidades convergen «y donde el cosmopolitismo no es tanto una identidad como una condición normal de vida». Lo veo representado por esa gente del circo. Ahí está el trapecio, donde uno se lanza y vuela y el otro para y recibe. Y siempre, aunque invisible, hay una red.

(La Vanguardia)

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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