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En el aire

Por 28 de julio de 2014 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

Cuando el avión renquea por la pista, el pasajero entrega su voluntad al reposacabezas. Si es viajero frecuente, automatiza sus actos y se abrocha el cinturón sin darse cuenta, afloja los zapatos y los músculos, abre el periódico y mira de reojo a quien tiene al lado. Al fin y al cabo comparten destino. El pasajero ha superado la prueba, aunque no le da ninguna importancia; pero la tiene, porque ha demostrado una vez más su inocencia, eterno sospechoso global en un mundo cosido por detectores de metales y escáneres que ha tenido que hiperbolizar la seguridad pero aún no ha conseguido humanizar sus “protocolos”.
Si llevas una prótesis, necesitarás cinco minutos más que el resto en el control de seguridad. En mi caso, pasajera habitual con un resurfacing en la cadera izquierda que me instaló el doctor González-Adrio, debo asumir que me cacheen descalza un mínimo de dos veces por semana, con mayor o menor nivel de presión y humillación. Una simpatiza con algunas guardias, pero aún y así están obligadas a meter la mano entre las dos copas del sujetador. “¿Por qué primero me inspeccionan por delante y después por detrás?”, pregunté un día. “Es el protocolo”, me respondieron. Alguna vez he fantaseado con que encontraban algo que ni yo misma conocía.
Un avión es un sueño del progreso, el del azul estratosférico surcado por Boeings y McDonnell Douglas que cruzan el mundo -se calcula que hay más de 20.000 vuelos diarios-. Pero de remedo de pájaro y medio de locomoción más rápido y seguro, las aeronaves han pasado a ser un blanco perfecto, o una malévola arma mortal. Desde el atentado contra las Torres Gemelas, la vulnerabilidad de los aviones ha cobrado dramatismo, transformando por completo el acto de volar al añadirle un plus terrorífico.
Solamente en este mes de julio que acaba, las víctimas de accidentes aéreos -como los de Malaysia Airlines, puede que derribado por un misil; TransAsia en Taiwán y ahora el de Swiftair- suman más de 450 personas. Una cantidad no muy lejana a los más de seiscientos muertos en Gaza cuando escribo estas líneas, aunque infinitamente inferior a la de los 45.000 fallecidos en accidentes de tráfico anuales sólo en Europa.
Dejando aparte meteorologías adversas e infortunios de toda clase, detrás de la mayoría de los accidentes aéreos no sólo hay cajas negras con historias de criminales que utilizan a población civil inocente como munición masiva, sino, muchas veces, precariedad laboral, aparatos vetustos -¡incluso los de las Fuerzas Armadas Españolas!- e inexplicables fallos reglamentarios completamente ajenos a ese pasajero anónimo que dentro de un avión por fin ha empezado a dormitar en su asiento, haciéndose un cuatro.

(La Vanguardia)

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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