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El fútbol zombi

Por 2 de marzo de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

En los ochenta, cuando la emancipación de la mujer era un hecho tan tardío como inexcusable en España, muchas mujeres empezaron a ver partidos de fútbol los domingos por la tarde para no quedarse solas. Al principio representaban algo parecido al casual travestismo del hombre que sostiene pacientemente el bolso de su señora e incluso avanza unos pasos con el clutch en ristre. Aquellas amas de casa o trabajadoras animosas que se calzaron la bufanda de su club tuvieron que ganarse la credibilidad a pulso: “¡qué vas a entender tú de un fuera de juego, cariño!” les amonestaban sus maridos, entregados al mecanismo social de la gran hipnosis. Ellas se cubrieron con forros polares y cambiaron las tardes de pastelería por las gradas de cemento, donde un rugido de fondo las sumergía en una burbuja considerada “cosa de hombres”.
A estas mujeres se les había enseñado que el fútbol era un deporte bronco, poco indicado para damas por mucho que repartieran juego con cualquier tipo de balón que no fuera el que se patea sobre la hierba. El padre del olimpismo, el barón de Coubertin, ya había dejado dicho que “sólo los hombres pueden ser atléticos”. La profesionalización de las mujeres deportistas, a pesar de sus heroicas pioneras, fue ardua y, a día de hoy, aunque se multipliquen sus gestas (en las última olimpiadas España consiguió igual número de medallas femeninas que masculinas), ellas continúan recibiendo salarios de amateur y una visibilidad lejana a la del deporte rey. Para compensar las diferencias de potencia física y capacidad de resistencia, las mujeres -en fútbol, basket y otras disciplinas- rubrican un compromiso con la técnica y la estrategia.
Pero, más allá de aquellas que disfrutan viendo o jugando al fútbol, pervive en su ambiente un imaginario sexualizado, el de la chica de calendario impuesta casi como tradición en las contraportadas de los periódicos deportivos. Que el deporte hegemónico, que mueve en el mundo cifras que superan el PIB de decenas de países (tanto en fichajes y retransmisiones como en conexiones con el poder), no logre desprenderse de un machismo que canaliza una desaforada violencia, da idea de la magnitud del desastre cultural que ejemplifica una parte de su afición. Dudo que la mayoría de seguidores se sienta identificada con los denigrantes cánticos con los que los ultras del Betis jaleaban a su jugador, acusado de malos tratos: “no fue tu culpa, era una puta”. Ojalá sirvan de algo las camisetas rosas del Real Madrid, la sensibilidad de una nueva hornada de místers o las cruzadas solidarias de algunos jugadores. Pero de lo que sí estoy segura es que bajo la masa del campo se permite lo inadmisible en cualquier lugar civilizado -ni en un concierto de rock se puede gritar puta y tan frescos- y hasta que no se señale fuera de juego, este estigma seguirá embruteciendo al deporte.
(La Vanguardia)

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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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