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De más a menos

Por 29 de junio de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Joana Bonet

En los días previos a las elecciones, una manada de indecisos salía a la calle o miraba a la pantalla en busca de alguna luz que pudiera ayudar a elegir lo mejor de lo peor. “¿Con quién seremos más pobres?”, escuché preguntar a más de uno, porque en lugar de hablar de política lo hacían de dinero intentando materializar e imponer del sentido común: IRPF, más impuestos, ayudas para autónomos, cuentas de cómo se llegará a fin de mes según lo que prometían unos u otros. “Miren lo que ha pasado en Inglaterra. Ha sido todo por el dinero, por los pensionistas cabreados. Por culpa de Merkel y del tonto de Cameron”, le decía el frutero del mercado de Potosí a su clientela.
Tener dinero y perderlo, vivir de más a menos, es un trance tan humano y corriente como violento. Se impone un nuevo orden, otra manera de comer, de viajar, de comprar. La carencia trae consigo un sentimiento de sacrificio. Hay que renunciar a los gustos caros, además de sentir la helada incertidumbre al acabar el día cuando la fatiga vence al vértigo. Mi abuela, de joven, tuvo varias criadas e incluso nodriza cuando crió gemelos. Ya anciana, y mucho más pobre, barría una y otra vez la casa casi obsesivamente, aunque no fue desafortunada del todo: desde el fondo de la casa, mi abuelo tocaba el piano para ella, de forma que lo inmaterial acabó imponiéndose a lo contable.
El fin de un tiempo de abundancia nos persigue en sueños desde los antiguos invocando mesura, paciencia y recompensa. Le ocurrió a Borges, quien hasta los 38 años fue mantenido entre algodones, destinado –y financiado– por su familia a leer bibliotecas enteras y afilar el lápiz. Pero acabó esa suerte, y él, un cuarentón que nunca había tenido trabajo fijo, tuvo que emplearse en una biblioteca donde ganaba un mísero sueldo. “Fueron nueve años de sólida infelicidad”, explica en el prólogo de una vieja edición de El Aleph. Durante nueve años tuvo que coger el tranvía, recorrer la ciudad y llevar a cabo una rutina que despreciaba, pero la crítica Elizabeth Hyde Stevens –con motivo del 30.º aniversario de la muerte del autor– asegura que aquello fue un acicate para romper del todo la realidad en su obra y crecer como autor y persona. “Fue la tiranía del dinero la que le dio a Borges una necesidad irrefrenable de escapar a la ficción”, escribe Hyde.
Transformar las fatigas en aprendizajes es una de las máximas vitales que ayudan a vadear las corrientes salvajes. Borges amaba el tango porque pasaba de baile valeroso y feliz a triste coreografía. Vivir con los pasos aprendidos parece un desahogo cuando se transita de menos a más. Hasta que las agujas del reloj cambian de sentido.
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Joana Bonet

Joana Bonet es periodista y filóloga, escribe en prensa desde los 18 años sobre literatura, moda, tendencias sociales, feminismo, política y paradojas contemporáneas. Especializada en la creación de nuevas cabeceras y formatos editoriales, ha impulsado a lo largo de su carrera diversos proyectos editoriales. En 2016, crea el suplemento mensual Fashion&Arts Magazine (La Vanguardia y Prensa Ibérica), que también dirige. Dos años antes diseñó el lanzamiento de la revista Icon para El País. Entre 1996 y 2012 dirigió la revista Marie Claire, y antes, en 1992, creó y dirigió la revista Woman (Grupo Z), que refrescó y actualizó el género de las revistas femeninas. Durante este tiempo ha colaborado también con medios escritos, radiofónicos y televisivos (de El País o Vogue París a Hoy por Hoy de la cadena SER y Julia en la onda de Onda Cero a El Club de TV3 o Humanos y Divinos de TVE) y publicado diversos ensayos, entre los que destacan Hombres, material sensible, Las metrosesenta, Generación paréntesis, Fabulosas y rebeldes y la biografía Chacón. La mujer que pudo gobernar. Desde 2006 ejerce de columnista de opinión en La Vanguardia.

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