Joana Bonet
Deseo, respeto, admiración y algo de misterio, esos cuatro pilares del amor, empezaron a perder agua. Porque el desastre suele iniciarse con una pequeña fuga de gotas perladas, tan indefensas como inocuas, que al poco van transformándose en un chorro que se torna en cascada y acaba en una ola gigante, monstruosa, capaz de barrer un mapa sentimental en el que se volcaron esfuerzos e ilusiones. Con la gallardía propia de los enamorados levantaron una casa para el amor romántico aun sabiendo que es huidizo: ¿cómo pensar en el final cuando se empieza algo? Hoy, se considera a los nuevos divorciados víctimas colaterales de la Covid. Pero ¿y los que continúan juntos? ¿No son acaso más noticiables? Tolstói fue un gran pensador del amor y lo consideraba el vínculo imprescindible con el mundo. "El amor es una actividad que habita exclusivamente en el presente. El hombre que no manifiesta amor en el presente no tiene amor que dar", afirmaba. Los protagonistas de su libro La felicidad conyugal , Masha y Serguéi, van experimentando sus variadas metamorfosis, comprobando cómo las mariposas en el estómago son reemplazadas por ataques de acidez. Entre líneas se describe la melancolía de las burbujas disipadas: de la fase cero, en la que se aprenden las geometrías del otro cuerpo, a una fase cuatro donde las manchas de aceite acaban por pringar aquel ideal platónico. Una serie de parejas contaban en un blog cómo intentaron superar el reto: haciéndose reír hasta las lágrimas unos, planeando próximos viajes otros, y poco más. Cuando asisto a debates sobre si el Gobierno sale desgastado de la crisis, o todo lo contrario, fortalecido, pienso en los no divorciados del confinamiento y en sus noches juntando los pies fríos.