
Jesús Ferrero
Es una voz de mujer. Llega a mí atravesando regiones de inconcebible oscuridad. No llega intacta, pero casi, como si las tinieblas tan solo mellasen un poco algunas notas. Como si la materia oscura apenas la tocase.
Es una voz de mujer que dice: “NO HAS CRUZADO UNA PUERTA, HAS DADO UN SALTO EN UN ACANTILADO. NO PUEDES MIRAR HACIA TRAS, TE DA MIEDO. EL OTRO LADO DEL PRECIPICIO QUEDA LEJOS, Y ENTRE UNO Y OTRO PEÑASCO SURGE UN ESPACIO VACÍO, UNA ZONA DE SILENCIO”.
No entendía muy bien lo que quería decirme la mujer, pero intenté mirar hacia atrás y sentí un ataque de pánico. De pronto, no había tiempo pasado, no existía. La sensación era la misma que mirarse en un espejo que no devuelve tu imagen.
La voz prosiguió diciendo: NO HAS CRUZADO UNA PUERTA, HAS CRUZADO UNA FRONTERA.
Empecé a temblar. Todo en mí era indeterminación. Al desaparecer el pasado desaparecía también el futuro, y me quedaba solo con el presente. Y el presente era una cuerda muy fina, que emitía una sorda vibración que poco a poco se iba convirtiendo en una voz que murmuraba: “Nunca más la muerte antes de la muerte. Nevermore, nevermore”.
Como si la materia oscura apenas la tocase, la voz se fue alejando por las praderas más húmedas de la noche, iluminadas por la luna: “Nunca más la muerte antes de la muerte, nunca más la ansiedad, nunca más la culpa, porque la ansiedad es el miedo al futuro, y la culpa es el miedo al pasado. Nunca más, nunca más. Nevermore, nevermore.”