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Últimas tardes con Barthes (2)

Por 22 de junio de 2023 junio 25th, 2023 Sin comentarios

Jesús Ferrero

Viví durante un año en la misma calle que Barthes, la rue Servandoni, en un inmueble muy próximo al suyo. Lo tenía a mi alcance y lo vigilaba mucho. Cruzaba a menudo tras él la iglesia de Saint-Sulpice de parte a parte: entrábamos por la puerta trasera y salíamos por la delantera. Barthes no solía percatarse de mi vigilancia e iba totalmente absorto en sus pensamientos cuando dejaba atrás la plaza y llegaba al café Flore, que más que su cuartel general era la prolongación de su casa. Digamos que el Flore era su salón.

Barthes pertenecía a esa cultura del café ya casi desaparecida, de bares que te cobijaban de verdad como te cobija tu casa, y bien se puede decir que los cafés de París fueron la mitad de su vida. Cuando te acercas a él y a su época te das cuenta de que Barthes vivía en un París todavía muy enraizado, con bares familiares y calles familiares. Sí, estabas en París y a la vez en una aldea, la de tu barrio, donde te conocía todo el mundo.

Hablo de un tiempo en el que las ciudades tenían todavía tejido social: el tejido de las miradas, la confianza, la alegre cotidianidad. Las ciudades ya no son eso y Barthes habitó hasta el día mismo de su muerte una dimensión que ya damos por perdida. Barthes lo tenía todo muy cerca y podía ir a todas partes andando. Era muy normal verlo por la calle, solo o acompañado, a cualquier hora del día pero sobre todo al atardecer. Tenía cerca el café Flore, cerca el Colegio de Francia, cerca los cafés de Montparnasse y el jardín de Luxemburgo. Lugares al alcance de un paseo. Vivía en un escenario prodigioso, el mejor para desplegar el calderoniano teatro del mundo: je suis à Paris donc j’existe. Quizá lo que más cautivaba de aquel París era su capacidad para convertirse en un escenario conmovedor. El mejor fondo para una comedia, cierto, pero también para un drama o una tragedia. El mejor escenario para todo.

Su misma muerte ocurrió en una calle por la que había pasado miles de veces: la calle donde se hallaba el Colegio de Francia que acogía sus cursos. Barthes iba paseando por ella cuando lo atropelló una furgoneta de reparto. Enseguida corrió el rumor de que había sido un golpe muy leve, pero no era cierto. Philippe Sollers sostenía que los medios de comunicación había minimizado el accidente para que nadie pudiera acusar a Mitterrand de gafe. Al parecer Barthes venía de comer y de beber con Mitterrand. Tan solo media hora antes de que la furgoneta se precipitase sobre él, o él sobre la furgoneta, estaba brindando con el candidato socialista a la presidencia de la República, tan solo media hora antes el profesor Barthes hablaba con el político Mitterrand… El lado mágico de nuestro pensamiento tenía el campo abonado para elaborar un curioso sistema de causas y efectos, y al final resultaba que el culpable del accidente había sido ni más ni menos que Mitterrand. Vaya candidato, es como si trajese con él la muerte de la inteligencia, podía pensar el vulgo. Algo que el sistema francés, su misma estructura simbólica, no iba a permitir, de modo que Barthes solo se había hecho unos rasguños, rasguños que, sorprendentemente, le llevaron a la muerte un mes después. Nadie mentaba que el accidente había sido precedido por un almuerzo con Mitterrand, absolutamente nadie. La omisión era tan rigurosa y tan general que parecía cosa de magia.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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