
Jesús Ferrero
El poeta Carlos Aganzo publicó a comienzos de este verano de sed y de fuego una peculiar y memorable antología de sus poemas, buscando dentro de sus obras las composiciones más vinculadas a una cierta esencia colectiva, a una cierta conciencia del Otro en sus diferentes manifestaciones. Alejándome un poco de los abordajes usuales a la hora de acercarse a un poemario, he querido mostrarle al lector los momentos en los que el poeta se acerca a la noche. He aquí pues una pequeña antología de versos sobre la noche, extraídos de las moradas donde Arde el tiempo:
¡Noche cálida y sonora,
surcada por un millón de incertidumbres!
*
Hay noches en que duele la conciencia
por los asesinatos, las torturas
que cometieron otros
tal vez en nuestro nombre,
en el de la belleza o de la muerte;
ofensas sin posible redención.
*
En la voz de la noche
se oyen todas las voces
que callan durante el día.
*
Sabía que esos ojos encendían
pedacitos de lava
en la frontera misma de los labios,
devorando la carne y la inocencia
del corazón bilingüe de la noche.
*
Porque existe la noche con sus dedos
puedo afrontar aún la madrugada…
*
Esta música negra es bella e inquietante
como una rosa negra.
Esta música negra late al ritmo secreto
del corazón más negro de la noche.
*
El jazz es una zeta como un grito
que rasga las cortinas de la noche.
*
Con vosotros me quedo.
Con vosotros espero despertarme
mil y una noches después de la hecatombe.
*
Mas heme aquí tendida,
viendo el río de Heráclito
dudar de la corriente
y perderse en un valle misterioso
donde vagan sin sus caparazones
las perezosas tortugas de la noche…
*
En una noche oscura
no se debe mirar de frente a las estrellas
pues su luz fácilmente nos confunde
y nos lleva hacia extrañas geografías…