
Jesús Ferrero
Desde que tuve noticia de Salinger, tendí a ver su actitud desde el ángulo del narcisismo por exclusión…
…y por aniquilación.
Yukio Mishima se suicidó por narcisismo: no quería ver en sí mismo lo que ya había visto en su última novela: El deterioro del ángel. Quería que la muerte lo llevase con su belleza casi intacta y a la vez a punto de desmoronarse.
Greta Garbo sin embargo eligió el narcisismo de la exclusión, como Salinger, y a partir de un determinado momento, cuando todo era glorioso en ella y al mismo tiempo estaba ya muy próximo el atardecer de su belleza “griega”, se convirtió en la mujer sin nombre, en la mujer errante y sin cara.
Huía de las cámaras, pero las cámaras la retrataban continuamente, a veces en situaciones muy penosas, como a Salinger.
Ese no querer verse en el espejo de los demás, en el espejo público, parece aterradoramente vinculado al narcisismo agudo. Estás obligando a los demás a que te busquen hasta el fin del mundo, y lo justificas diciendo que sólo quieres una vida retirada.
Resulta sorprendente: lo único que consiguen esos narcisistas extremos y a menudo entrañables es que alguien esté siempre narrando sus pasos clandestinos. Protagonizan la novela de un individuo que huye de sí mismo, y de su espejo en los otros, hasta el agotamiento total, hasta quedarse sin carne y sangre.
Es el problema de no querer aceptar que el mundo es un juego de espejos del que todos formamos parte.