Jesús Ferrero
¿Los antiguos partidos han superado alguna vez la mitología? Observemos un poco su narrativa respecto a los nuevos partidos.
Primero anunciaron la llegada de una desdichada generación perdida. Hablaban de ella con paternalismo, fatalismo y frivolidad, como si el abismo vital de esa generación lo estuviese dictando el destino y no se pudiese hacer nada. Pura mitología de la inmovilidad empeñada en ocultar una realidad siempre en movimiento. La estúpida negación del río de Heráclito.
Más tarde no quisieron vincular a la generación perdida con el 15-M, al menos no en un primer momento, porque les interesaba destruir nexos y hacer incomprensible la realidad. Así que convirtieron a los jóvenes del 15-M en un subproducto del antisistema. Se les acusó de no tener un proyecto político y de limitarse a formular demandas imposibles de asumir. Se les acusó de ignorantes y patanes, y cuando el movimiento aparentemente se desinfló y desaparecieron las carpas de la Puerta del Sol, se les acusó de flor de un día. Las antiguos partidos podían de nuevo respirar tranquilos y seguir su proceso de descomposición casi sin darse cuanta mientras la prensa nos contaba los cuentos de Carpanta y las hermanas Gilda.
Cuando se dieron el susto de muerte que les produjo ver a Podemos entrar por la puerta oblicua en Bruselas, empezaron a hablar de radicales ultraizquierdistas, de bolcheviques y bolivarianos. Abusaron de un lenguaje efectista, absurdo y mitológico, y sucumbieron al populismo que tanto les rasgaba las vestiduras. La demagogia del miedo inundó la política.
Justamente por eso, los verdaderamente populistas han sido los antiguos partidos y sus altavoces en la prensa impresa, y basta con analizar su lenguaje, populista en grado sumo hasta cuando va disfrazado de economía, y siempre proclive a recurrir a palabras melodramáticas y facilonas como catástrofe, error infinito, desorden, caos, hundimiento de los mercados, precipitación, suicidio… Términos por cierto a los que no han recurrido los nuevos partidos, y si lo han hecho nunca con tanta insistencia y tanta demagogia.
Resumamos el relato mitológico al que estamos haciendo referencia: la economía se desmoronó por dedicarnos a gastar y golfear más de lo que podíamos, como la cigarra de la fábula, y de pronto surgió una generación perdida, sin sueldo y sin futuro, a la que se le exigía regresar a la esclavitud y trabajar gratis para hacer méritos. Luego esa generación perdida se hizo antisistema, por ignorancia y por rencor, y se fue a la Puerta del Sol a proclamar simplismos. Duraron lo que duraron y regresó la bonanza. Pero de pronto la generación perdida volvió a aparecer, ahora convertida en bolchevique y bolivariana…. ¡Cuánta estupidez y cuánta fantasmada para perturbar el camino de unos partidos que en realidad son menos izquierdistas que la social-democracia del siglo pasado, por la sencilla razón de que las estructuras europeas no permiten otra cosa! ¡A ver si pensamos un poco, que como sigamos con este relato nos vamos a morir de risa y de asco al mismo tiempo!
A los antiguos partidos y a sus aliados en la prensa les pasó desapercibido un flujo muy claro, les pasaron desapercibidas la resistencia, la consistencia, los nexos y evoluciones de ese flujo, tanto a derecha como a izquierda. Les pasó desapercibida la historia, y ni supieron ni quisieron explicarla.
Y bien, eso es lo que pasa cuando llegamos al grado cero del pensamiento que vengo denunciando desde hace algún tiempo en este blog y del que voy a ir haciendo una autopsia a ser posible divertida. El mundo que estamos configurando exige una alta dosis de ironía.