
Jesús Ferrero
La ceguera de los analistas políticos es admirable. Esgrimen mil razones sobre por qué el PP ha subido y el PSOE no ha sido superado por Podemos, pero olvidan la única razón por la que los ciudadanos han optado por elevar al PP en detrimento de la izquierda: el Brexit y el miedo a los referendos.
Acerca de los referendos, Podemos prometía tres, y el PSOE promete el federalismo, cuya diferencia con la España de las autonomías es difícil de precisar.
Respecto a Ciudadanos, su desastre ha tenido varias causas. La primera sus alianzas con el PP, la segunda su tibieza con el problema de la violencia de género. Sencillamente ha perdido el voto de la mujer.
En términos de votos, ha vuelto a ganar el bipartidismo. Los viejos partidos estaban mejor colocados ante una posible eventualidad. Jugar con fuego tiene su interés cuando no hay volcanes cerca. Cuando los hay, todo fuego añadido resulta excesivo y se convierte en la peor de las estrategias.
O la izquierda aprende a seguir la ley de la idoneidad, o no llegarán muy lejos. Siempre hay que estar preparados para saber desviar el discurso, con decisión y pericia, cuando cambian las reglas del juego y lo que hasta ese momento resultaba vagamente oportuno se convierte en el signo mismo de la inoportunidad. Tras el Brexit, convenía evitar la palabra referendo, por pura estrategia bélica, y sobre todo el día de las elecciones: no todos lo hicieron. El resultado ya lo sabemos. Ha triunfado el miedo y nadie supo tejer una táctica rápida e ingeniosa contra ese monstruo devastador. Hay que hablar de cada cosa en su momento, ni antes ni después. Por la boca muere el hombre y no sólo el pez.
Para terminar: nada más estallar la bomba inglesa tuve el profundo convencimiento de que el PP iba a subir y de que Podemos ya no iba a superar al PSOE. ¿Ustedes no?
Las encuestas iban bien encaminadas hasta que estalló el Brexit y llegó hasta nosotros su radiación. Una trágica eventualidad le dio más votos a Zapatero, una dramática eventualidad le ha dado ahora más votos a Rajoy.
Y no hay más misterios, señores del jurado. La historia tiende a ser irónica: es su especialidad.