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La cabeza de Murnau (4) Tangos, calambrazos, aviones de Mongolia Exterior, damas de la dinastía Ming…

Por 6 de agosto de 2015 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Jesús Ferrero

La cabeza restaurada

Intenté fugarme de nuevo, pero los hombres de negro me atenazaron, me arrastraron fuera del cine y me condujeron a mi propia casa para recuperar la cabeza de Murnau. El calor africano que envolvía la ciudad había hecho milagros y he aquí que la calavera de Murnau había recobrado su tamaño original. Los alemanes se sorprendieron ante el prodigio. Les tranquilicé susurrando con amable y aterciopelada voz:

-Las altas temperaturas han inflamado la cabeza de nuestro adorado y ya no va a hacer falta utilizar productos regeneradores que además son muy caros.

-Perfecto, ¿tiene en su casa alguna nevera portátil?

-La tengo.

-Pues meta en ella la cabeza y pongámonos en marcha.

 

Como en una ópera de dos centavos

Obedecí sus órdenes y pregunté:

-¿Puedo saber a dónde vamos?

-¿No lo adivina? A Berlín, al gran Berlín, al dulce, febril y festivo Berlín; al Berlín eterno, al Berlín tétrico y vil; al Berlín de siempre, al Berlín de la vida y la muerte; al Berlín de la puerta de Brandenburgo y el París Bar; al Berlín del tango, el tecno y el chachachá; al Berlín de la belleza y la maldad; al Berlín de Marlene Dietrich y algunos más. ¿No siente ya un calor especial, un calor irreal, un calor que da vértigo? ¿No lo siente ya?

Uno de los hombres se puso a bailar conmigo mientra el otro cantaba un tango:

Corrientes y calambrazos

siento en el ascensor

que me sube al cadalso

en lo alto, alto, alto

del hotel, hotel Edén…

Corrientes y calambrazos

siento en el ascensor…

-¿Es una canción de terror? -pregunté mientras bailaba muy pegado a mi opresor.

-No. Es una canción de amor. La cataba mi abuela en el año 24.

-¿Dónde?

-Pues en el salón de baile del hotel Edén. Desde sus ventanales se veía el Tiergarten.

Pensé que o bien me hallaba ante dos locos o bien se estaban burlando de mí. Me aparté del policía que bailaba conmigo y rugí:

-¿Puedo saber cómo se llaman ustedes?

El más delgado de los dos, que tenía la cara cuadrada, ojos negros y la nariz como el pico de un cuervo contestó:

-Yo me llamo Mog.

El otro, rubio y de ojos grises y mortecinos dijo:

-Yo me llamo Mek.

-¿Mog y Mek? No creo que haya gente que pueda llamarse así, ni siquiera en Alemania -les advertí.

Ellos se echaron a reír mientras cataban.

Yo me llamo Mog, yo me llamo Mek,

¿y usted cómo se llama

si es que se puede saber?

¿No nos va a decir,

camarada,

que se llama como Cristo

y se apellida Smith?

-¿Y por qué no puedo

llamarme así?

¿Está prohibido? -canté.

Ellos recibieron con júbilo mi respuesta y cantaron a la vez:

Yo me llamo Mog, yo me llamo Mek

y él se llama Smith.

Qué bien, qué bien, qué bueno,

y nos vamos los tres a Berlín.

Avión de Mongolia y belleza oriental

Los hombres de negro me empujaron hacia la calle, me metieron en su coche y salimos a toda velocidad de Madrid, en dirección al aeródromo de Cuatrovientos. No sabía entonces que me esperaba un viaje alucinante junto a aquellos dos hijos de infierno.

Llegamos al aeródromo. El sol caía a plomo sobre la pista y ante nosotros se veían algunas avionetas destartaladas y un único avión azul y negro, en el que decía, con grandes letras amarillas:

MONGOLIAN AIRLINES/ FOREIGN SERVICE

Con gran violencia me arrastraron hacia el avión. Al final de la escalera nos esperaba una azafata de gran belleza. Parecía una damisela de la dinastía Ming.

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Jesús Ferrero

Jesús Ferrero nació en 1952 y se licenció en Historia por la Escuela de Estudios Superiores de París. Ha escrito novelas como Bélver Yin (Premio Ciudad de Barcelona), Opium, El efecto Doppler (Premio Internacional de Novela), El último banquete (Premio Azorín), Las trece rosas, Ángeles del abismo, El beso de la sirena negra, La noche se llama Olalla, El hijo de Brian Jones (Premio Fernando Quiñones), Doctor Zibelius (Premio Ciudad de Logroño), Nieve y neón, Radical blonde (Premio Juan March de no novela corta), y Las abismales (Premio café Gijón). También es el autor de los poemarios Río Amarillo y Las noches rojas (Premio Internacional de Poesía Barcarola), y de los ensayos Las experiencias del deseo. Eros y misos (Premio Anagrama) y La posesión de la vida, de reciente aparición. Es asimismo guionista de cine en español y en francés, y firmó con Pedro Almodóvar el guión de Matador. Colabora habitualmente en el periódico El País, en Claves de Razón Práctica y en National Geographic. Su obra ha sido traducida a quince idiomas, incluido el chino.

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